Inminente final 


La sensación es de un inminente final apocalíptico. Desde el cambio climático hasta los cambios geopolíticos, la invasión de las derechas neofascistas. El fracaso de la humanidad, de preservar un hábitat aceptable, donde los seres humanos puedan realizar sus vidas, como individuos o comunidades. El fracaso por no poder organizar la vida en torno a lideres humanistas y liberales.  

Las constantes crisis políticas de las naciones subdesarrolladas, que son arrolladas por las otras, supuestamente progresistas que todavía continúan el proceso colonialista de siglos anteriores, aunque de maneras más sofisticadas. Hoy, en nombre del progreso tecnológico, explotan sus fuentes de materias primas y las fuerzas locales miserablemente retribuidas. Para ello, manipulan las dirigencias locales, por medios económicos y militares, aun cuando se trata de personas absolutamente corruptas. Gente cuyo interés personal supera enormemente las necesidades de sus pueblos.  

De ello resultan las enormes y constantes masas migratorias hacia los centros de desarrollo. La única razón por la cual esa gente arriesga a diario sus vidas es que en sus países de origen solo les espera la muerte segura. Son las condiciones paupérrimas, creadas por la sobreexplotación de las fuentes materiales que los progresistas codician. Estos pagan precios ínfimos por tales materiales, y de esa transferencia mínima, apenas sin llegan al pueblo trabajador, migajas miserables. A la par, sus dirigentes viven vidas de lujo extremo. Nadie se levanta para intentar cambiar las pautas, los otros se benefician, mientras los pobres viven en la miseria.  

La tremenda paradoja, es que cada uno de estos efectos, es producto del otro. La codicia que se despertó en las naciones que optaron por el progreso irrestricto, por las materias primas de las otras naciones, fue lo que llevó al desastre social, político y económico de estas. La sensación de superioridad de aquellas naciones modernistas estaba en la base de los métodos de explotación. Los economistas siempre se preguntan, ¿Cómo se calcula el precio de un producto? Bueno, ciertamente no es muy complicado. Se reduce simplemente a calcular los costes de producción, comenzando por la materia prima y la mano de obra. De aquí resulta un simple enunciado… mientras menos se paga por la materia prima inicial, así será su precio final. Entonces, cuando se trata de países donde la sociedad base adolece de poder político y económico, sin capacidad de poder de intercambio, son los compradores, los que fijan los precios. En estos casos, los propietarios de las materias primas al adolecer de capacidad industrial deben ajustarse a lo que los compradores ofrecen. Millones para los dirigentes corruptos, migajas para el pueblo. 

La Conferencia de Berlín de 1884, en la cual las potencias europeas se repartieron al continente africano entre ellas, aumentó el dominio de África hasta el 90% de ellas. Los europeos trazaron mapas de sus posesiones en África de manera absolutamente trivial, sin importar la composición étnica de las nuevas naciones así creadas. Mas aun, los colonizadores europeos dieron privilegios a ciertas tribus en detrimento de las otras. Esto creo tremendas divergencias locales, con constantes actos de violencia, unos contra otros, que fueron siempre en aumento, victimizando a grandes poblaciones, esta vez faltas de poder.   

Hasta los comienzos del dominio europeo, coexistían en África miles de tribus, y aunque había muchos conflictos, siempre estaban localizados y por lo general duraban por cortos periodos y nunca trascendían de cierta geografía. Las colonias europeas se transformaron al fin en 56 estados nacionales soberanos, pero con una composición étnica tribal muy heterogénea, que, al preservar los antiguos conflictos tribales, terminan hasta nuestros días, desestabilizando dichas naciones. Entonces, el legado socio político de Europa, está en la base de la continua miseria de la población local. No sorprende entonces, que la política económica actual de las naciones desarrolladas, se la continuación de las pautas creadas por ellos mismos.  

Entonces, cuando desembarca cualquier inmigrante en alguna costa de Europa, esos países deberían, no solo aceptar de buena gana a esos individuos, más bien deberían premiarlos. De alguna manera, sería una recompensa por los daños causados por sus ancestros colonizadores.  

Todo ello, se puede referir también a otros continentes, donde las potencias sometieron a los locales durante siglos. Las mismas pautas son tan actuales como antaño, aun cuando con métodos mucho más sofisticados.  

Las energías renovables, que hoy día están en todos los titulares, distan de ser efectivos para combatir los efectos del calentamiento global. Mientras la demanda energética crece geométricamente, la oferta crece de manera aritmética. Es decir que hay un desfasaje constante en detrimento de las soluciones fáciles. La guerra en Ucrania, como el aumento de las temperaturas, demuestran a las claras que no se puede terminar con el uso de los fósiles.  

La resistencia ideológica del modernismo a frenar la carrera del progreso irrestricto es el principal motivo por el cual no se podrá ralentizar la carrera destructiva. Pero dejemos esto para un siguiente artículo. 

Josef Carel      

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