Hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX la mayoría de los americanos eran granjeros o dependían de las granjas para su nutrición y eran contadas las empresas que manufacturaban productos elaborados o enlatados.
La mayor parte de los alimentos que llegaban a la mesa familiar eran integrales, no procesados y además desarrollados localmente;también eran orgánicos ya que aún no se hacía uso de fertilizantes ni pesticidas.
No obstante, algunos productos como las grasas líquidas eran inestables y su vida útil resultaba demasiado breve, con poco rendimiento económico a lo cual contribuía también la necesidad de refrigeración al ser transportados.
Así fué como se comenzaron a desarrollar métodos para poder superar este inconveniente; concluyeron que se debía tratar de convertir las grasas vegetales líquidas en sólidas obteniéndose de esta forma un producto de menor costo y mayor estabilidad.El ejemplo típico es la margarina.
En consecuencia la margarina, que tenía el mismo aspecto que la mantequilla y otras grasas animales se convirtió en la grasa comestible preferida por los productores y consumidores quienes le atribuían el rótulo de ser la opción más saludable.
El uso de grasas puras de orígen orgánico fué reemplazado por el de aceites vegetales industrializados y altamente procesados que fueron comercializados bajo la aureola de «el producto ideal»para la cocina familiar; paralelamente las ganancias de los productores se volvieron millonarias.
Este proceso redundó en una profunda influencia negativa en la salud pública ya que se consumía más Omega 6 (presente en los aceites vegetales)que la beneficiosa Omega 3.
Más adelante se fueron desarrollando otras tres tecnologías que cambiarían radicalmente la naturaleza del alimento que todos consumimos.
1) Fertilizantes sintéticos que diezmaron los microorganismos del suelo y su capacidad de mineralizarlo lo cual redundó en perjuicio de la calidad de los cultivos. También provocó que los agricultores se vieran forzados a limitarse a una o dos clases de cultivos y no a alternar los tipos como lo hacían tradicionalmente.
2) Aditivos que se fueron agregando a los alimentos con el fin de resaltar su sabor, su color o su aroma. En el año 1958 se contaron aproximadamente 800 aditivos que estaban en uso y bajo muy pocas operaciones de control de seguridad. En la actualidad se estima que están en uso unos 10.000 aditivos, de los cuales por lo menos 1000 nunca fueron analizados.
3) Pesticidas. Estos son un factor de enorme repercusión en detrimento de la salud pública. Esto recalca la necesidad de seleccionar los productos alimenticios que se adquieren y la lectura de la lista de componentes que figuran en las etiquetas, (también las letras pequeñas).
Leyéndote se aprende.
Gracias por compartir.
Abrazotes, amigaza
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