Autoridad o autoritarismo
En cierta oportunidad leí un enunciado que quedó grabado en mi mente. Sencillo: «No hay nada por encima de ti, tampoco por debajo». Es decir, nada superior a ti, pero tampoco nada inferior. Claro que ese «nada», se refiere también a «nadie». Nada ni nadie puede ejercer sobre ti poder alguno, tampoco tu puedes sobre algo o alguien. Esto también se refiere a los animales y en general la naturaleza. Esta declarativa, aclara todo aspecto relacionado con cualquier tipo de absolutismo, sea humano, sea divino. Tu como ser humano tienes la libertad total de decidir qué es lo correcto para ti, pero a su vez te compromete a tomar toda la responsabilidad. Tu estas frente a todo dogma, idea política o social, religión, programa político, pertenencia e identidad, y estas solo. Es también conocido en las ciencias de la filosofía: Pensamiento Critico. Para proceder a ello, se hace necesario que tomes conciencia de la temática, profundices y disientas, si es necesario de manera frontal. No te puedes esconder detrás de algún tipo de autoridad, sea esta profesional o de categoría. Por tomar un ejemplo, un niño no puede ser forzado a actuar de una manera determinada, por sus «responsables», probablemente, sus padres. A fin de motivar su independencia y su capacidad critica, se debe actuar con suma suspicacia, promover el desarrollo de su mente y su libertad de acción. Por supuesto que será necesario cuidar de su seguridad personal, evitar daños físicos personales y por parte de terceros. Pero aun así, la enseñanza deberá de estar libre de estigmas y reglas impropias de una persona libre. Al fin y al cabo, será él mismo quien descubra sus características y sus relaciones con quienes le rodean.
En el mundo en que vivimos, muchas veces resulta no practico, por así decir, un tipo de conducta realmente independiente. Aquel niño libre, podría caer en un caos de conducta, de no tener alguna guía previa. Los alicientes para «ser como todos», acechan por todos lados. La sociedad exige pertenencia, lo cual significa concordar con los términos que implican cierta «normalidad». La sola complicidad con dichas «normas», es mas que aplaudido por la audiencia, es condición. Por otra parte la puesta en juicio de cualquier pauta regulada, puede llegar a implicar serias consecuencias para el «infractor». Muchas veces, dichas comunidades abrazan algún líder, cuyo poder dentro de «su» sociedad, puede asumir pautas tiránicas. El conjunto de tal comunidad acepta tales tipos de lideres, incluso lo promueven, y hasta crean adoración por el dirigente. Este tipo de autoridad, mas de las veces es de por vida. En ciertos tiempos, tales liderazgos son hereditarios. Las bases bajo las cuales se asientan tales sociedades, son de índole ideológica, ideologías políticas o religiosas. Las tramas que la sostienen, son complejas, y entonces el miembro individual, suele carecer de las propiedades suficientes para juzgar cualquier regla. Por supuesto que es incapaz de juzgar a quienes imponen las leyes.
Sería posible asumir, que los miembros de dichas comunidades son acosados por sus lideres, y también, amenazados o temerosos de perder algo. Su estatus, su familia incluso. No obstante, ello sería factible, incluso de formas sofisticadas, o imponiendo miedos existenciales. Y aun pese a ello, estudios profesionales, indican que no es este el imperativo dominante. Mas bien por el contrario, los miembros de dichas sociedades, aceptan de buena gana, el «imperio de la ley», bajo la cual se someten de manera voluntaria. Entonces delegan todos sus imperativos personales en la autoridad impuesta. ¿Como sucede esto? ¿Cual es el proceso por el que pasa aquel que se doblega ante la autoridad del otro?. Me animo a suponer que todo comienza bien temprano en la vida del párvulo, desde entonces le es inculcado el camino a seguir. Luego o a la par influye el espíritu dominante de la comunidad que le rodea. Así, probablemente, desarrolla el niño su identidad, que perseguirá hasta el fin de sus días.
El camino de la libertad
Puede que en algún momento lo alcance el hastío de tal situación. Como alega Albert Camus en su libro, El Hombre rebelde… «¿Quién es el hombre rebelde? Aquel que dice no, y pese a a su rechazo, no renuncia: pues aun sabe decir si, durante su primer despertar. Un esclavo que obedeció toda su vida, de pronto admite, que ya no puede aceptar ninguna otra orden». Puede que se pregunte por qué las cosas continuaron tanto tiempo, y entonces se diga, basta.
Pero me animo a alegar, que tal situación, la de rebeldía, es la excepción, y por lo general no termina bien. Muchas veces tal rebelde termina siendo él mismo un tirano que somete a otros, que se cruzan en su camino. Es, a veces, un eximio ideólogo, carismático, y a su vez con ansias de poder ilimitado. La esclavitud sufrida, fue una escuela dentro de la cual su mente se divorció de algún humanismo casual. Un estudio psicológico mas profundo daría ciertas respuestas, las de un narcisista o, peor aun, un psicópata con ínfulas de líder.
En general, el estatus de dirigente, puede que hasta electo legalmente, suele infundir en la persona, la certeza de «líder innato». Suele ocurrir, con políticos, pero también con religiosos, que al ser idolatrados, pierden el sentido de sus limitaciones. Los aduladores que les rodean, sea por intereses personales o por que realmente están convencidos de sus cualidades, el efecto es por lo general, generador de narcisistas. Seres que creen que «son irreemplazables». Por supuesto, y regresando al inicio, tales personas se sienten superiores al vulgo, pero desde la óptica de estos, su «inferioridad» es un modus vivendi. Están mas que convencidos, que el «líder» posee toda la verdad, es el más inteligente y capaz para dirigir. En esta situación, muy común, por lo general en las masas ignorantes y pobres, es el estándar de vida, que les es propio. En tales condiciones no hay camino factible hacia la libertad. Entonces el camino del Pensamiento Critico es irrelevante.
Jean Jacques Rousseau, en su libro Emilio, o como educar a un niño, propone… un sistema educativo que permita al “hombre natural” convivir con esa sociedad corrupta. Por supuesto que se refería a la sociedad de su época, el siglo 18, pero aun ateniéndose a las diferencias con nuestros días, el principio es aplicable. Existen numerosos ejemplos, desde las familias abiertas a las escuelas democráticas. Quizá sería un poco utópico pretender que naciones enteras adopten tales modos de vida. Y no obstante, existen ejemplos, como algunos países de Europa del Norte, Finlandia por ejemplo, donde se han instaurado sistemas escolares de ese tipo, y con bastante éxito.
Seria bueno, aprender de dichas naciones, pero ante todo, se debe tratar las bases ideológicas sobre las cuales se sostienen aun las sociedades corruptas.
Josef Carel
