– Ya veo, le has dado una patada a la pelota y te has cargado el
cristal de la ventana.
Y además ¿por qué estás enfadado?.
El niño sigue en silencio.
¿Qué deseas de tus padres?¿qué te quieran o que te compren
chuches? ¿No contestas?.
¿Qué vayan al cole a buscarte y que te lleven al parque?, bueno,
te propongo una cosa, primero veremos el partido de fútbol, el de
mi equipo, mañana te llevo a montar.
.-¿A montar qué?.
.-¿Qué va a ser? A montar a caballo, pero hay que hacer un pago.
.-Ya decía yo, ya sabes que no tengo dinero.
.-No guapo, yo te pago las prácticas de hípica y tú me haces los
deberes, sí?, esos que te ha mandado la profe, para el examen de
finales de mes. Y bueno, la limpieza de los cacharros de la
cocina, ya sabes yo guiso y tu, limpias.
.- Vale abuelo, ¿cuándo nos vamos?.
.-Iremos el domingo, pero primero pruebas a ver si montar a
caballo te va bien y luego ya hablo yo con el encargado de la
cuadra.
.-Pero, ¿esto es una prueba o un chantaje?.
.-Pues las dos cosas.
Un silencio lo invade todo, abuelo y nieto ni se miran.
.-Ya veras lo hermoso que es cabalgar por el campo. El cariño del
caballo te llena plenamente, se hace un conjunto entre los dos de
gran armonía. Ahora ya estamos en primavera y con lo que ha
llovido, la naturaleza empuja y todo está verde, precioso,
magnífico -repuso el abuelo con entusiasmo.
.- ¿Tú también montabas a caballo a mi edad?.
.-No chico, mi abuelo ya estaba muerto y mis padres no tenían
recursos. Yo iba al campo a coger ranas, no sabes lo que le
gustaban a don Javier, el dueño de la masía, Lola la cocinera
hacía unos hermosos fritos con ellas, yo comía algunas.
.-Eran tiempos duros.
.-Sí, muy duros, pero hemos sobrevivido y ahora podemos
montar a caballo.
.-Si, yo por lo menos. Bueno de acuerdo, voy a la cocina – repuso
el muchacho que sin saber por qué sentía un acercamiento con
aquel huraño campesino que era su abuelo.
Salomé Moltó
