Amor, me he sentado en el quicio de la ventana. Aquí apegada al cristal veo como las pequeñas gotas de lluvia se debaten, se estampan y corretean sobre esta enorme vidriera donde los rayos del sol, medio ocultos, dejan unos colores anaranjados.
Me siento muy cobijada aquí, pero… Te oigo lejos y te siento indiferente. Programas, ordenas y mandas mi vida. Mi vida exterior que no la interior. En la primera eres el rey en la segunda ni existes.
¿Qué quieres? He aprendido una dualidad de existencia sin quererlo. Por obedecerte y querer ser yo misma. ¿Es a lo que nos conduce una larga convivencia?¿y la fuerza del amor? ¿Y la creatividad para cambiar las cosas?¿Es verdad que todo nace se desarrolla y muere?
Me viene a la memoria el hermoso poema de Jacques Prévert “Déjeuner du matin” Yo también como ella al final de la jornada me cogería con las manos la cabeza y me pondría a llorar. Cruel realidad de una soledad en convivencia.
Quiero ser yo, ser amada y respetada por ti. He apostado por los conceptos más civilizados que existen, la libre asociación, el apoyo mutuo y la solidaridad y en estos conceptos el caudillismo está totalmente descartado.
¿Qué esto es lo mejor para mi? Pero no lo he decidido yo ¿Qué es más conveniente hacerlo de este forma? A mi me gusta de la otra manera. Comparada mi situación con mujeres de, por ejemplo Afganistán, Argelia y otros países de dominio musulmán, mi dicha tendría que ser total, pero de aquí a ser un ciudadano/a de pleno derecho todavía hay un largo camino a recorrer.
En este país seguimos horrorizándonos de las muertes de mujeres que se producen casi a diario Y desde luego, más valientes que yo.
Por supuesto que no he querido compararte con esos bárbaros, pero no es tu protección la que me hace sentir bien, ni en absoluto desprecio tu amor. Solo la manera en que lo demuestras, y cómo gobiernas las cosas, porque simplemente deseo que me preguntes; ¿Y tu qué piensas? ¿Cómo lo harías?
Porque yo amor, sí tengo opinión, aunque pueda estar equivocada tanto como los demás.
Estoy convencida de que he alcanzado la mayoría de edad y puedo andar mi propio camino y asumir mis propios errores.
Salomé Moltó
