Lo miré a los ojos, pero no ví su mirada


Cuando entras en un hospital, sea por una leve revisión o por algo más complicado, esperas, en ese momento desolador, tanto una buena atención médica, como humana, porque te sientes como al borde de un acantilado.

Y según mis vivencias y experiencias intentando superar la miastenia, el trato de estos profesionales es y ha sido, de gran valor.

Desde mi cama observaba el pasillo por donde pasaban todo tipo de personas, enfermeros/as, médicos/as, camilleros, visitantes, pacientes, en el fondo era como una distracción, observando los aspectos físicos, los rostros preocupados …

Captó mi atención un señor con barba y melena, reconocí al cantautor Jordi Gil, del que pudimos gozar un día de su arte. Ya no lo vi más hasta que un día paseando por la calle Entença, lo pude saludar.

Miré sus ojos y no vi su mirada, solo un inmenso dolor que me causo una gran impresión. Me dijo que su hija había fallecido, según parece de un infarto.

Todo aquello me llevó a años atrás cuando en París oía los lamentos de un vecino y según me contaron, su hijo durante la ocupación alemana pasaba correspondencia clandestina, llegó la Gestapo y ametralló al muchacho delante de los padres. El muchacho expiró en brazos del padre que ya nunca se repuso.

Aquellas películas de los campos de concentración alemanes nos causaron una impresión imborrable, al igual que nuestra guerra civil, cuando has perdido a familiares sometidos a horrendos tormentos.

Estoy plenamente convencida que los actos bélicos pueden durar un tiempo limitado, las secuelas de todo tipo de guerra queda para siempre en el corazón y ánimo de las personas, por eso no llego a comprender cómo no es posible que se pueda llegar a un plan de negociación entre ambos contingentes. Y un aspecto importante es el económico, superar los fanatismos religiosos otros, para su análisis se requeriría un largo estudio, y por no hacer los textos demasiado largo lo dejamos pendiente……..

Salomé Moltó

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