Como cada domingo de verano y aprovechando las vacaciones, fui a la hermosa ciudad de Benidorm, que a pesar del tiempo transcurrido siempre quedaba en mi fuero interno, aquellos hermosos días de baños y sol en la playa del Mare Nostrum, como se suele llamar al mediterráneo.
Dª Marta ya no estaba en su apartamento, ya formaba parte de ese colectivo de personas mayores que habitan en residencias dichas de la 3ª Edad.
Recuerdo que la oía cantar aquella canción tan común en aquellos tiempos que de bailar tangos y rock and roll ya ni nos acordábamos
¡Santa Marta tiene un tren, Santa Marta tiene un tren, pero no tiene trenvia!
Si no fuera por el trenvia, caramba
Santa Marta moriría, caramba…”
Cuando llamabas a su puerta, ella respondía con la misma cancioncita, así que aunque esta señora ya no vive en su piso de siempre, no puedo olvidar su canción cada vez que paso por delante de su puerta.
Siempre he pensado que no podemos olvidar los momentos difíciles o traumáticos de toda índole, que de una forma u otra los vivimos y a través del tiempo los recordamos.
Me quedé mirando la puerta y de pronto se abrió, salió un joven vestido con ropa de deporte y con un maletín en la mano, lo intercepté, me presenté y le pregunté por Dª Marta.
.- Ah, sí ¡es mi abuela, ahora está en una residencia y está muy bien!
.- Entonces está usted en casa de su abuela, por lo que veo
.- De momento sí, pero somos varios nietos que la hemos heredado, pues mis padres fallecieron hace unos años en un accidente de coche, mi hermana, yo y mis primos, somos los herederos. El problema está en que va a ser difícil que nos pongamos de acuerdo, pues unos quieren vender el apartamento y repartirnos el dinero y yo, por lo menos, me gustaría venir a vivir aquí, pero no tengo dinero para pagar la parte de mis primos.
Le di las gracias y me fui pensando que la vida progresa poco, cuantos sufrimientos y desdichas han producido las herencias, habría quizás de ir al Notario y dejar las cosas claras y bien situadas. Cuando se lo comenté a un amigo, este me dijo: “Esa tampoco es una buena solución. ¿Te acuerdas de D. Tomás, el vecino del barrio al lado de la carretera principal? Pues su sobrino intento matarlo para heredar cuanto antes”.
“Cuantos horrores nos tocan vivir a cada momento…»
Salomé Moltó
