Contrariamente a lo que debiera suponerse esta vez el Centro Naturista-
Vegetariano, nos ofreció una charla sobre la convivencia y sobre la
violencia, cada día más notoria entre las personas. La charla empezó con
un breve exordio sobre la forma de vivir, una forma competitiva,
individualista y cruel que nos lleva hacia un estrés siempre creciente. Él
desencanto de la juventud que acabada la carrera y que se presta a una
labor sustitutoria en cualquier empresa o Banca bien gratuitamente, bien
por un salario irrisorio. La ansiedad y el desencanto anidan en el corazón
de unos jóvenes que ven pocas salidas profesionales. Y los más
afortunados acaban con contratos efímeros y atrapados en las
depredadoras ETT.
En los centros de trabajo, talleres, fábricas, oficinas ha desaparecido
totalmente cualquier amago de solidaridad. Una agresividad, no solo
vertical jerárquicamente, también horizontalmente, entre compañeros, es
la dinámica que hoy caracteriza el mundo laboral. A pesar del avance de
la modernidad, ¿por qué no somos felices? ¿Qué causas nos impiden
serlo? ¿La culpa es nuestra o de los demás? ¿Con qué gama de valores
nos regimos?
Según sabios antropólogos el hombre responde a tres instintos básicos:
el de conservación, el de nutrición y el sexual respondiendo
categóricamente a los tres. También explican la violencia desde sus
orígenes al instinto natural del hombre, lo que han afirmado los filósofos
a través de los tiempos como Hobbes o Emile Durkheim entre tantos
otros.
Infinidad de veces se nos ha presentado al salvaje cazando y comiendo
sus piezas sin medida, dejando los despojos para el grupo. Un ser
violento, egoísta, brutal y que según Darwin el mejor espécimen
preparado para perpetuar la especie y al que las religiones han intentado
amedrentar a lo largo de los siglos y Hobbes constreñir con los pactos
sociales y el control de unos por otros y en la cumbre el vector. Pero sí
este hubiera sido el único concepto que hubiera regido el
comportamiento de nuestros ancestros indudablemente que hubiéramos
desaparecido como especie.
Otra idea más profunda ha permitido que la humanidad haya llegado
hasta nuestros días, se trata de la solidaridad, del apoyo mutuo. Empezó
ese mismo salvaje por asociarse para cazar y observando a la naturaleza
e imitándola creo una red de protección entre los que componían el
conjunto; y el conjunto creció, se consolidó y el esfuerzo de todos resultó
más provechoso que el esfuerzo de uno solo por, muy fuerte que fuese.
La humanidad había empezado a socializarse, a contar con los demás y
a darse en la misma medida al conjunto al que pertenecía.
Y estos pilares conceptuales hoy rigen nuestra convivencia explícita o
implícitamente, Los dos se debaten, se apropian de voluntades, dominan
situaciones y resuelven problemas, bien por un sistema o por otro.
Si ya hemos visto, aunque someramente, el origen de estos dos conceptos
antitéticos, definámoslos y los detectaremos a cada momento de nuestra
convivencia.
El primero lo podemos definir como el del salvaje egoísta y violento, el
segundo el del salvaje solidario y altruista. El primero se basta así mismo
o se sirve de los demás, el segundo recurre a los demás con el fin de crear
con el conjunto algo que beneficie a todos. La eterna sed de justicia, la
tan ansiada y a veces manida igualdad, que siempre anidara en el corazón
del ser humano mientras se siga considerando tal.
El primero reina en la oficina, en el taller, en la fábrica de forma
jerárquica justificado por el sacrosanto rendimiento y la efectividad, el
segundo cada día queda más reducido, menos utilizado, pero sin duda
imprescindible. Curioso resulta que también se da esta situación en
asociaciones con fines no lucrativos.
El buen deseo reúne a un grupo de personas con una finalidad cultural o
artística, pronto alguien del grupo somete a los demás e impone su
criterio personal al conjunto, con por supuesto, previa dejación de este.
Si el que denominaríamos el concepto de liderazgo hace prevalecer su
criterio, su voluntad y sus privilegios que pueden ser económicos o
ególatras. Los segundos, los que soportan ese liderazgo, pierden todo
criterio propio, sacrificando otras posibilidades, unos y otros sé
empobrecen, la sociedad en su conjunto sufre las consecuencias. Este
vicario proceder nos ha llevado como culmen hasta la práctica
electoralista. Que no es más que un abandono total de sí mismo, aunque
se adorna con un amañado “delegar”.
El punto más delicado se presenta en la educación de los niños. Aquí él
sentido autoritario, el fanatismo religioso se aprestan a sembrar sus
semillas para perpetuar cada cual sus criterios, para ganar adeptos y
preparar en esas mentes limpias su futuro próximo. Tanto padres como
profesores toman al niño como propiedad exclusiva. El niño ni tiene por
sí mismo ningún derecho ni se le concede ninguna voluntad que la que
se prepara e impone, como si el niño fuese un ser menguado…
En cambio, el nuevo ser, es eso precisamente un ser nuevo que en el
momento de su nacimiento necesita protección, pero también respecto y
su ubicación al lado de los demás y que debe ir asumiendo
paulatinamente sus derechos y sus responsabilidades, desde el control de
sus necesidades, del disfrute de sus juegos hasta la asimilación de su
lugar al lado del de los demás conforme vaya creciendo.
Y por terminar y a modo de reflexión dos poemas de dos magníficos
poetas: C. Vega Álvarez y R. de Campoamor nos pueden ayudar en
nuestra meditación:
La tierra
En mí encontrarás siempre
piso para tus sendas
premio para tu esfuerzo
y el pan que te sustenta
Encontrarás el árbol
que cobija tu siesta
y el trinar de las aves
en madrugadas bellas
Y cuando, al fin arribes
a la postrera meta
en mí encontrarás tu último
lecho: ¡Yo soy La Tierra!
Campoamor
Ya con la fe perdida
Voy siguiendo del mundo el retrotero
Al ver que son iguales al primero
los últimos errores de la vida.
Salomé Moltó
