Una vieja mesa y una hamaca


.- Bueno Dª Aurora va usted a alquilar el piso y me ha dicho que amueblado, ¿no es así?.

.- Sí, por supuesto, me voy a una residencia de la tercera edad como suelen llamar a esos centros para personas mayores y con el alquiler que voy a sacar de este apartamento podré ayudar a mis hijos, bueno, ahora a mis nietos. Mis hijos están trabajando y son mis nietos los que tienen que ultimar sus estudios para poder después encontrar un trabajo.

.- Eso está muy bien, ¿y por qué quiere llevarse la mesa y la hamaca? Hay empresas que recogen viejos muebles y yo creo que se los pagarían bien.

.- Estos viejos muebles como usted los llama, guardan en ellos grandes sentimientos, vivencias que quedan grabadas en nuestros corazones. Y eso no se olvida jamás.

.-Por supuesto, mi abuela tenía una cómoda y no quiso nunca deshacerse de ella.

Pues la mía, mientras ella se balanceaba en la hamaca y tomaba el sol, ya que al ser ya muy mayor, no podía caminar, mi padre, su hijo, montaba la mesa con porciones de madera que iba dibujando, cortando a pedacitos y acoplando, por eso quiero guardarlos. Y algo que le sorprenderá, detrás de uno de los cajones, mi abuela guardaba aquellos billetes que tanto le había costado ahorrar y que ayudaron a superar difíciles momentos.

.- Vaya con las abuelas, habría que hacerles un monumento, cuantos sufrimientos para preservar la economía ¡Y ¿a quién piensa darlos?

.- A alguien que los cuide por supuesto, será una sorpresa…

Me voy adentro, va a llover.

Salomé Moltó

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