Subí la escalera sorprendida de la tranquilidad y el silencio que sentía, sorprendida de verdad porque lo habitual eran los chillidos de la señora del cuarto piso, los ruidos que hacía el niño arrastrando el cochecito, y ahora, sólo le oía llorar.
.- La estaba esperando, a mi hijo se le ha caído un juguete a su patio y estaba esperando que volviera para pedirle que me dejara entrar en su casa para coger el juguete de mi hijo.
.- Me habían dicho que iban ustedes a dejar el apartamento, pues volvían a su país.
La mujer me miró, algo sorprendida de que yo estuviera al corriente de su situación.
.- Sí, tengo que irme, no puedo pagar el alquiler, pues mi marido se “ha largado” y yo con lo que gano de camarera en la cafetería no me da para poder cubrir los gastos.
.- Ya veo, en esta ciudad y donde llegan tantos turistas, pues lo lógico es que los alquileres se pongan por las nubes.
Le di el juguete a la chica y cerrando la puerta me puse a hacer la comida, mi hijo vendría dentro de poco. Cuando llegó estuvimos hablando de la situación económica, los políticos que discuten con poco fundamento y lo escasas que están las posibles soluciones a tantos problemas. Cuando se fue a su trabajo, yo me quede pensando largo tiempo, el niño seguía moviendo el pequeño coche y jugando, lo normal en un niño, me dije.
Desde hacía un tiempo me ocupaba de mi vecina que vivía en la planta baja y ya con la edad que tenía muchas de las tareas domésticas le resultaban difíciles de realizar. Había solicitado entrar en una casa de reposo, allí pensaba que estaría bien atendida y sin ninguna preocupación.
Fui a verla y me contó que llevaba casi dos años de solicitud y que la administración no le hacía ningún caso.
.- Dª Amelia, quizás habría que considerar otras opciones. Mire la chica que me tiene alquilada una habitación y que trabaja en la cafetería de la plaza central no le rehacen los documentos y tendrá que volver a su país. Su apartamento es bastante grande, en esa habitación del fondo pueden estar la chica con su hijo y así usted tiene todos los servicios cubiertos.
.-Usted cree? Tengo que hablarlo con mis hijas.
.- No se preocupe ya lo hago yo.
Sorprendentemente en poco más de una semana arreglamos la situación. La habitación del fondo la ocuparon la muchacha con su hijo, la casa estaba siempre limpia, la comida a su hora y lo más satisfactorio que me resultó fue ver lo contenta que estaba Dª Amelia cuando tenía que ir a la guardería con su asistenta a por el niño.
La verdad que no siempre sucede lo más optimo, a veces si.
Salomé Moltó
