Debate socio-político a tres bandas


Resulta muy satisfactorio asistir a debates diversos, pero mucho más cuando las posiciones de los contertulios son dispares, incluso antagónicas, tanto en lo económico como en lo social y consecuentemente en los enfoques resolutivos, que cada uno aporta a los difíciles problemas que hoy atañen al mundo.

Un mundo cada vez más dividido entre ricos y pobres, con altas tecnologías que pueden eliminar grandes problemas, y la ausencia total de voluntad política para resolverlos.

El contertulio A, se quejaba a la antigua usanza tantas veces oída, repudiando a los pobres, denostando toda la gran manifestación social que denuncia la miseria y la precariedad.

.- “¡Ah!, son profesionales de las manifestaciones. Cobran el desempleo y luego se organizan para ir todo el día de juerga con manifestaciones y caceroladas. Si el gobierno no les pagara, seguro que encontrarían trabajo enseguida.” Nos asombra la falacia.

Siguió todo un anatema que omito, porque el planteamiento netamente reaccionario adolecía del más mínimo sentido ético o moral.

A esta exposición repuso el contertulio B que resultó bastante chocante – “Tiene usted razón, los pobres son un verdadero engorro, pero ¿qué hacemos con ellos?. Verá: Al sistema

capitalista no le convienen los pobres, por lo menos tan pobres como estos. Primero, porque no trabajan y ningún sistema racional puede mantener a una gente que no produce. Después,

hay que tener cárceles para encerrarlos cuando roban y luego hospitales para cuando caigan enfermos. ¡No señor mío, los pobres tan pobres no nos convienen!. Porque todos eso desgraciados que piden y alborotan no lo hacen por gusto, ni porque les divierta, es que no tienen qué comer. Ahora bien, hay dos soluciones. Una es la de fusilarlos a todos, pues verá, todo país que ha optado por esta vía, ha cosechado un resultado nefasto, se ha servido del ejército y este ha quedado dañado en su prestigio y los pobres han aumentado, o sea el resultado opuesto al buscado.

Pues bien, señor mío, si se creara la infraestructura necesaria para que esas personas tuvieran trabajo, pudieran decentemente mantener a sus familias, primero consumirían y harían que la economía se pusiera en marcha, y además pagarían sus impuestos como todo el mundo, con estos ingresos se harían carreteras; con menos presupuesto para cárceles los habría para hospitales y para la educación. Bueno, no sigo, porque sería interminable que yo le expusiera todo el proceso evolutivo, desde Adam Smith y la revolución industrial hasta hoy.

Alguien al fondo repuso: “eso y que paguen como todo el mundo”. Hasta este momento, y con estas dos exposiciones el problema había quedado resuelto para casi todos los presentes y según parecía, todos los asistentes daban la impresión de estar convencidos de

la última exposición. Pero alguien expuso otro criterio, que estoy segura, que pocos comprendieron y que muchos tacharon de maximalista, pero que en el fuero interno de cada cual, quedó una angustiosa preocupación. “Permítanme que les exponga mi modesta opinión apuntando a otro enfoque, que difiere mucho del último presentado y contrario totalmente al primero:

Hemos alcanzado los ocho mil millones de habitantes en el mundo, el desenfrenado proceso industrial está poniendo en peligro el planeta, y mientras una parte está ahíta de tanto comer,

la gran mayoría de la humanidad apenas puede cubrir sus necesidades, y otra parte igualmente enorme se está muriendo de hambre. Lo que nos demuestra que nuestros dirigentes lo han hecho francamente mal. Entendemos que el mundo está divido

en países del primer mundo y del tercero, pues bien, todos los dramas que están surgiendo, es porque estamos asistiendo a una rebelión del tercer mundo contra el primero, mientras un

supuesto segundo mundo duerme el sueño de los justos. Una parte de los pobres invade nuestro mundo creyendo que aquí encontraran el remedio a su miseria, y otra parte, los más

desesperados, toman la vía del terrorismo.

El problema es muy complejo para exponerlo en tan breve espacio, pero el mundo árabe está siendo denostado durante demasiado tiempo, y cuando un ser humano o un pueblo se aboca a la desesperación, puede surgir cualquier drama que nos salpique a todos.” Este tercer enfoque es el que realmente estamos viviendo y el que necesita de un gran esfuerzo de razonamiento para encontrar vías de solución que no son, sin duda, las que el mundo occidental está intentando dar con medidas represoras, acortando libertades cívicas, recargando los presupuestos militares, invadiendo países para expoliarlos de sus

bienes. La globalización ya no funciona y hay que empezar por apuntarse a otra dinámica y actitud o acabaremos en un mundo militarizado en donde habrá que pedir permiso para salir de casa, mientras seguirá muriéndose de hambre gran parte de la sociedad.

Salomé Moltó

Un comentario sobre “Debate socio-político a tres bandas

  1. ———————-

    «Verá: Al sistema

    capitalista no le convienen los pobres, por lo menos tan pobres como estos. Primero, porque no trabajan y ningún sistema racional puede mantener a una gente que no produce.»

    ———————–

    Efectivamente, gente que no produce hay, pero, nos engañamos de cibla, los que no producen estan arriba, no bajo, decidme que es lo que produce un rey y toda su corte, decidme que produce un gobierno y todo el sistema que lo acompaña, decidme que es lo que produce un ejercito y toda la industria que le abastece. Hagamos la cuenta de lo que cuestan los pobres y de lo que cuesta el sistema. El pobre no es culpable de su pobreza, es la victima del sistema que tiene por objetivo de mantener lo que llaman «ejercito de reserva», o sea una masa salarial que la necesidad obliga a venderse por un plato de lentejas.

    El trabajo de algunas de las clases las más respetables de la sociedad, al par de los domésticos, no produce ningún valor; no se calcula ni se realiza sobre ningún objeto que se pueda vender, que subsista después de su ejecución y que pueda servir posteriormente a procurar una cantidad similar de trabajo. El soberano, por ejemplo, igual que todos los otros magistrados civiles y militares que están a su orden, todo el ejército, toda la flota, son tantos trabajadores improductivos. Son los servidores del Estado, mantenidos con una parte del producto anual de la industria ajena. Su servicio, por honorable que sea, por necesario que sea, no produce nada con qué se pueda procurar una cuantidad equivalente de servicio. (Citación Adam Smith: La riqueza de las naciones)”

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