Empuja la caja


El niño miraba a aquel señor que vestido con un “mono azul” tal se lo habían dicho reparaba el coche de su padre.

El mecánico vio que el muchacho lo miraba con mucha atención.

.-Anda chaval¡ empuja la caja! – le dijo el mecánico, que permanecía acostado por el suelo bajo el coche.

Empujó la caja y se puso a observarlo con todo detenimiento.

.-¡Va, dame el martillo! Y ahora el destornillador. Sí, ése, tiene el mango azul.

Todo un encanto, tener a un muchacho tan cerca para poder ayudarlo en su trabajo.

El muchacho se maravillaba de toda aquella habilidad con que aquel señor reparaba el coche que poco después su padre conduciría para llevarlos a él a su hermana y a su esposa a la playa.

Años después ese mismo muchacho reparaba los coches de personas que se iban hacía la playa, pero esta vez la mayoría de sus clientes eran ingleses, alemanes y franceses.

.- Hay muchos extranjeros ahora en nuestro país.

.- Así es, ¿y sabes porqué? Por nuestra excelente cocina y por ese esplendido sol que nos abriga.

.- Pues somos un país pobre, según tengo entendido.

.- No tenemos petroleo, eso es verdad y Francia con el “cordon bleu” o sea su excelente cocina nos ganaba, pero como nuestro poder adquisitivo, como suelen llamarlo es menor pues la gente se compra pisos, se hacen chalets y por lo tanto los arquitectos, albañiles y demás trabajadores de la construcción tienen mucho trabajo

.- Vaya¡ pues qué bien¡ Ahora hay un escándalo que el gobierno ha tenido que poner freno. Según parece los chinos y los rusos están comprando edificios para una explotación económica, según parece.

.- Esperemos que el gobierno ponga freno a esa explotación y nosotros tengamos una vivienda adecuada, y no para explotar a los demás.

Voy a coger el coche y esta tarde nos bajamos a Benidorm, el Neu-York español.

Salomé Molto

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