Libertad y liberalismo – un abismo y una posibilidad


“La fase depredadora del desarrollo humano1”, denominó el sociólogo y economista Thorestein Veglen, a la época por la que la humanidad está pasando. No obstante tales observaciones pertenecen al siglo XIX, pero siguen siendo muy actuales. También se refirió a las actitudes de manada de la gente, al hablar del “consumo conspicuo”, en referencia a la propensión a consumir artículos caros, a fin de demostrar a los demás la fortaleza económica personal, en lugar de consumir por necesidad. Albert Einstein en su articulo “¿Por qué socialismo? ”, publicado en el año 19492, expresa su preocupación por una «oligarquía de capital, privada, cuyo enorme poder no puede ser controlado de manera eficaz, siquiera por una sociedad política organizada de forma democrática».

La demostración de la veracidad de lo dicho por aquellos estudiosos, se comprueba en nuestros días, cuando se descubre, por ejemplo, que “la fortuna poseída por las 26 personas más ricas del mundo, equivale a la de 3,800 millones de personas, la mitad más pobre del mundo”, según estima un reciente informe de la ONG “Oxfam”3. Realmente, cuesta admitir el abismo que separa a unos seres humanos de otros, pero a mí parecer, esto es indicativo de ese monstruo de la terminología en uso, en la sociedad capitalista actual, que tanto confunde a las personas. Me refiero al “liberalismo”, acuñado a partir de las teorías de John Locke, y que incluyó en su concepto la libertad individual, preconizando a su vez a un “Estado Limitado”. Ese es el abismo al cual nos referimos con la titulación de este trabajo. De esa manera, según Locke, se promovería la iniciativa privada, para lograr un crecimiento económico. Esto, según otros pensadores de esa corriente, vendría, al fin y al cabo, a beneficiar a la sociedad entera. Pero ya Einstein advertía sobre el engaño de tales concepciones, determinando que el fin de dicho proceso sería un enriquecimiento irrestricto de un grupo de poderosos, a cuenta de una gran mayoría. Tal como el reporte de Oxfam lo confirma.

No es mi finalidad el desarrollo de conceptos generales, ni profundizar en la causas del deterioro de la sociedad humana. Pero sí quisiera analizar, como ejemplo particular de los conceptos antes vertidos, un aspecto de la actividad económica, que, hoy en día, nos envuelve a todos. Me refiero al campo de la informática, y más en particular al desarrollo y uso de software (los programas operativos), que se usa en nuestras computadoras. Estos son artículos de uso masivo por parte de casi todos los seres humanos.

En realidad, muchas veces el usuario común no advierte lo que hay detrás de los programas de los cuales hace uso diario. Me refiero en especial a los costos, que al fin y al cabo todos pagamos, y de las empresas y corporaciones que los producen. Lo que ocurre, y sobre lo cual quiero llamar la atención del lector, es sobre la monstruosa riqueza que muchas de esas empresas han acumulado, y que, al fin, es a cuenta del pequeño y modesto usuario. Ocurre que en el proceso de producción y consumo, este actúa como manada, aunque quizá, a la gran mayoría no le quede otra alternativa si es que quiere tomar parte de tales actividades. Por ejemplo: enviar correos electrónicos, redactar documentos, diseñar gráficas, etcétera. Pongo como ejemplo y como paradigma, el caso de Microsoft, y su fabuloso éxito económico. La base de tal éxito, fue que esa empresa logró crear un sistema de computación que al pasar a ser de uso masivo, determinó un estándar único y exclusivo, que provoco la absoluta “necesidad” de que todo el mundo, hiciera uso de los programas de Microsoft, para que los resultados fueran“compatibles”con todos los aparatos.

Así, por ejemplo, al escribir una persona un documento con el programa Word, este podía ser leído únicamente por un artefacto similar. La difusión masiva de dichas computadoras y los programas de Microsoft, fue un paso necesario para el uso de las nuevas tecnologías, que sin duda, revolucionaron la actividad económica. Esto a su vez, transformó al pequeño taller de Bill Gates, en el monstruo empresarial actual. Imaginemos a cientos de miles y luego millones de usuarios aportando al consorcio ingresos multimillonarios. Pero, debemos preguntarnos… ¿Qué pasó con la competencia? Y la sencilla respuesta es… Sucumbió frente al apoderamiento monopólico de Microsoft. En aquellos entonces surgió el sistema operativo Windows en el mercado, que aunque con un sistema débil y enclenque, destronó al poderoso sistema Unix 9. Esto ocurrió, porque, de manera muy inteligente por parte de sus creadores, el sistema Windows dispuso de una pantalla gráfica, con dibujos de botones y muchos colores, lo cual resultaba atractivo.

El resultado, realmente anti liberal, al despojar a la competencia de la posibilidad de insertarse en el mercado de consumo, fue un consorcio monstruo, que hasta el momento, muchos años después no ha podido ser destronado.

Los ingresos de Microsoft en el año 2018, sumaron la friolera de mas de 110 billones de dólares, y de esto un ingreso neto de 35 billones. Aquí volvemos a las actitudes de los consumidores, pues esas escalofriantes cifras provienen de la adquisición “directa o indirecta” de los productos que Microsoft impone. La compra directa es cuando un usuario adquiere un aparato de algún representante de dicha empresa; los programas de Microsoft vienen ya insertados en la computadora comprada. Así es como el consumidor paga un precio más alto por el aparato que contiene los programas a utilizar. Esto, sin tener conciencia de los reales costos que ha pagado por los programas de Microsoft.

Pero además, en dicho modelo comercial hay una trampa, que generalmente el usuario desestima. Resulta que tanto el sistema operativo, Windows en este caso, como el programa Word, por dar un caso concreto…, “No son de propiedad del usuario”, estando este limitado a las acciones que la licencia le permite hacer con los mismos. “El software (el programa), es rentado con licencia de uso, no vendido”, reza el opaco acuerdo con Microsoft. Además declara dicho contrato que… “El programa es para instalar y poner en marcha en un solo aparato, para el uso de una sola persona por vez”. Tampoco el usuario “Tendrá derecho de… Publicar, copiar, rentar, cambiar alguna de sus partes o transferir el software”.

Quizá el lector se pregunte… ¿a que viene todo esto? siendo que no tiene ninguna intención de hacer nada de lo proscrito, pues su interés es mucho más trivial. Probablemente nunca le vendría en mente hacer nada de lo impedido.Y no obstante, quisiera que el lector tenga presente el significado de aquello a lo que la empresa le obliga. Supongamos el caso de un automóvil que ha adquirido, invirtiendo sus ahorros acumulados durante años de trabajo. Pero un buen día descubre que el fabricante, por medio del contrato que firmó sin demasiadas verificaciones, prohibe la transferencia del vehículo, que, así estaba el comprador convencido, era de su total propiedad. Leyendo en detalle el contrato, aquel descubre que tampoco puede hacer cambios en la estructura del automóvil, no un motor mejor, ni siquiera cambiar el color. ¿Ridículo? Pues no tanto si comparamos estos términos al acuerdo con Microsoft. Entonces ya no es extraño, sino de horror.

Claro que hacer cambios en una computadora, requiere de conocimientos técnicos que la mayoría de los usuarios no poseen. Por otra parte, sí hay gente que prefiere variantes en sus ordenadores, y a veces, considerando que pagó por aquel software, tiene la sana intención, por si acaso, de regalar el Sistema Operativo o el programa Word a una persona cercana. Imposible. Según los contratos draconianos de los consorcios, ellos siguen siendo los dueños exclusivos del software, y al comprador solo le resta hacer uso de él, bajo las condiciones limitantes establecidas.

Para hacer más claro el asunto, y más grave para el consumidor, en los últimos años, las empresas de software han optado por rentar sus productos, exigiendo de los usuarios un pago periódico por el uso de los mismos. Es decir, que ahora definitivamente, los programas por los que se paga no son ni serán nunca, propiedad de los usuarios. Al fin de cada periodo, habrá que renovar el pago de la licencia, para seguir haciendo uso de los programas.

Retomo entonces el encabezamiento de este texto… El abismo entre la palabra, “libertad” y el concepto de “liberalismo”, aquel que supuestamente significa progreso… ¿para quien?.

Pero esta realidad no escapó a mucha gente pensante, que no acertaba a comprender tal paradoja “depredadora”. A principios de la década de los 80, ciertos profesionales de la informática, se sintieron profundamente afectados por los secretos del “Código Cerrado”, que impusieron aquellas empresas monopólicas. Es que los programadores y otros especialistas, tenían vedado el ingreso a las entrañas de aquellos sistemas. Toda otra opción estaba cerrada ante ellos y solo bajo permisos especiales podían profundizar en sus investigaciones. A principios de la década, Richard Stillman, creo el proyecto GNU4, destinado a escribir un sistema operativo completo que no tuviera ninguna restricción. Unos pocos años mas luego, Linus Torvalds, redacto el núcleo exclusivo y necesario para hacer operativo al nuevo sistema. Se denominó Linux, en su nombre.

Pasaron años hasta que aquellos sistemas comenzaron a adquirir popularidad hasta llegar al nivel de nuestros días. Considero que vale la pena expresar lo más importante de todo, en cuanto a lo que se denomina… “Software de Código Abierto”. Tiene inmenso significado el hecho que el inicio del GNU, se debió al movimiento de colaboración voluntaria, por parte de miles y al momento millones de personas en el mundo entero. Sin toda esa gente, el proyecto no hubiese sido factible. Se despertó así un sentir solidario y participativo de tantas personas, que hacen su trabajo sin reclamar algún incentivo económico. Solo dar y aportar con plena libertad es lo que motiva a los colaboradores en la construcción de un mundo paralelo, pero libre y abierto.

Es imprescindible, para quienes no conocen de cerca ningún modelo de Software libre, dar alguno que otro ejemplo. Importa más aún, describir la manera que estos grupos trabajan.

Ya mencioné a Microsoft y el tan popular programa procesador de textos Word y en general el Office, que incluye. Excel, Powerpoint, Access y otros programas de apoyo. Pero resulta que en los últimos años han surgido programas libres que compiten muy bien, desde el punto de vista de la calidad y efectividad. Uno de ellos, que de a poco se populariza es el sistema Libre Office, que comprende programas similares al Office de Microsoft y que son, a su vez, totalmente compatibles. Es decir, por ejemplo, que un documento compuesto con el Writer de Libre Office, puede ser editado en otros programas similares, como los de Microsoft.

Pero aquí viene la gran diferencia, Libre Office es del tipo de software abierto y por lo tanto también gratuito. Funciona en todos los sistemas operativos conocidos y está traducido a 155 idiomas y lenguas, por lo cual es funcional en todo el mundo. ¿Como se produce este milagro, si lo comparamos con Microsoft, por ejemplo? La respuesta está en la colaboración directa y solidaria de miles y miles de personas en el mundo, cuyo trabajo es totalmente voluntario. En las oficinas centrales de la empresa trabaja un equipo de apenas 20 personas, parcialmente asalariados, cuya función principal es la de coordinar el trabajo de los voluntarios. Los resultados, al inicio del proyecto, fueron bastante decepcionantes, en especial por la dificultad de trabajar frente al código cerrado de Microsoft, pero en los últimos tiempos se han logrado superar esas barreras y hoy en día se trata de un producto de alta calidad. Pareciera ridículo mencionar, pero el presupuesto anual de Libre Office (2018) fue de poco mas de 850,000 dólares, con un saldo de unos 30,000 dólares. Siendo que allí no hay capitalistas esperando acumular ganancias, todos los ingresos, que proceden solo de donaciones, se destinan a la producción neta. No hay duda de la abismal diferencia con el ejemplo de Microsoft en cuanto a las finanzas y los costos para los usuarios, pero creo que la diferencia más grande y profunda se refiere al concepto de “libertad”, la del usuario individual, frente al mundo del “liberalismo”.

Hago nuevamente hincapié en el principio que destaca el titulo de este texto, la libertad del individuo, como valor humano, confrontado con la dependencia de los monstruosos consorcios. Creo que el concepto se puede fácilmente extender del asunto de la informática, hacia cualquier otro rubro que implica producción y consumo. Albert Einstein hace mención especifica en el citado documento, a la diferencia de producir para el uso, con aquella destinada a la acumulación de capital. Puesto de otra manera, creo que si Microsoft asumiera solo los costos directos y reales de elaboración, sus productos podrían venderse a apenas una fracción de su precio actual.

Sin duda, se puede plantear la pregunta… ¿Por qué entonces Libre Office y todos los programas similares no han acaparado los mercados? Podría esperarse que aquellos habrían ya destronado a las empresas monstruo. Y sin embargo esto no sucede, mientras el avance de los productos libres es un poco lento.

Bueno, no tengo una respuesta simple y contundente al respecto, pero me animo a opinar, que amén de las dificultades técnicas particulares para instalar dichos programas, existe un dejo de conformismo con la comodidad de recibir las cosas hechas. Un usuario común y corriente, adquiere una computadora con todos los sistemas ya listos para usar, aun cuando debe agregar costos iniciales. Pero si por una parte es comprensible la actitud del usuario corriente, resulta mas complicado justificar a los expertos. He sido testigo de los consejos de un técnico a una persona amiga, cuando le explicaba que, “le va a ser difícil acostumbrarse a operar aquellos programas libres”. Tengo plena seguridad en cuanto a la ignorancia de aquel supuesto “perito” sobre dichos programas libres. Simplemente, su negocio reside en una gran cantidad de clientes, a los cuales da servicios de arreglos y ventas de computadoras y sus programas. Es una redundancia y una paradoja, pues siendo que el mercado está plagado de tales aparatos y de esos programas populares, no tiene importancia ni su calidad, ni su precio. Por el contrario, la deficiencia de los productos de Microsoft, es lo que a tales técnicos les produce los mayores ingresos. En mucha mayor escala, hay una complicidad entre la oligarquía de los consorcios, en un único y propio beneficio. ¿Y la humanidad? ¿A quién importa?.

Josef Carel

1Thorestein Veglen

2‘133441.Pdf’ <http://www.biblioteca.org.ar/libros/133441.pdf&gt; [accessed 12 March 2019].

3‘Oxfam International | La Fuerza de Las Personas Contra La Pobreza’ <https://www.oxfam.org/es&gt; [accessed 12 March 2019].

4‘gnu.org’ <https://www.gnu.org/gnu/thegnuproject.es.html&gt; [accessed 13 March 2019].

2 comentarios sobre “Libertad y liberalismo – un abismo y una posibilidad

  1. Estimado amigazo,
    el texto que ofreces en lectura, lleva conceptos y apreciaciones ciertas y por lo tanto valederas.
    Ser libre,,,,hummm…no es nada fácil, sin embargo leyéndote se vislumbra cierta esperanza.
    Gustazo leerte.
    Shalom

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  2. Gracias Beto, es un placer saber que mi texto hace cierto efecto. La cosa no es fácil, pero es posible. Claro que no en todos los campos de la economía, que requiere cambios mas profundos en su estructura. Pero una cosa simple como dejar Microsoft y descargar e instalar Libre Office, es mas que posible para muchos.

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