Paula llevaba varios días sorprendida, no tanto por la llegada de su hijo, varios años fuera del país, como por la joven que había traído con él.
Clara era una joven hermosa, dulce y educada, pero muy infantil para su edad, se lo dijo en privado a su hijo, temiendo una agria respuesta.
.-¿Qué quieres? su familia la ha mimado tanto, que no ha madurado a través del tiempo, como solemos hacer muchos de nosotros, todo le asusta, todo la confunde.
.- Sí, ya sé, y tu ejerces de marido y un poco de “papa”
.- ¡Por favor madre! Hay que ayudar a los demás.
.- Si por supuesto pero también importa saber cómo lo hacemos. No me gustaría ofenderla o que se sintiera incómoda conmigo. Ya sabes, que hoy día a los jóvenes, los mayores les molestamos, las tecnologías que lo invaden todo, nos han dividido y hemos perdido posibilidades de conectar unos con otros, hemos perdido valores sociales muy importantes.
.- ¡No exageres, que no es para tanto! Las cosas tienen su esencia y configuración
.- ¿Tú crees? El otro día un coche casi atropella a una joven que iba mirando el movil sin hacer caso a la circulación.
-. Sí, el problema no es la tecnología, ya que es un medio maravilloso y necesario para el avance de la sociedad, lo que hay que resolver es la esencia de las cosas, como te digo, la forma y la medida en que hacemos uso de esos avances, aprovecharse de ellos, pero que no nos roben otros valores sociales que también son necesarios y que nos han costado mucho de alcanzar.
.- Bueno, pues voy a preparar un café y ya me dices cómo desarrollamos los “lazos de proximidad”
Salomé Moltó
El relato, una realidad vital, tanto en la preocupación de la madre como en la respuesta de su hijo. Muy bien.
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