.- ¿Es usted el jardinero?
.-Sí, desde que salí del hospital
.- ¡Vaya muy poco jardín que mantener!
.- Además, soy electricista y mecánico, tengo una habitación de
alojamiento y voy todos los días a comer a la cocina de Dña Sofía.
.- Ya veo, yo soy el administrador de la finca, de toda entera, no
solo la de Dña Sofía y ya veo que está usted de suerte.
.- Es verdad, tengo una grave dolencia, y una situación de
miseria. Para que no haya malas interpretaciones, resulta que yo
estaba en el hospital, en la cama contigua a la del padre de Dña
Sofía. Él recibía todas las visitas, yo ninguna. De momento veo
la hermosa cara de esa mujer espléndida que me mira, me
pregunta si he tomado las medicinas, le digo que cuáles, no me
responde nada y desaparece.
.- Me han dicho que es usted un indigente, que hace poco que ha
salido de la cárcel y que además está enfermo.
.- Sí, todos me tienen por un delincuente, pero …. bueno, para
qué contar más cosas, no vale la pena, decirle que dos horas
después vinieron los médicos, me hicieron una revisión a fondo y
me cambiaron las medicinas, ocho días después me dieron el alta.
.- Vaya, llegaré a pensar que esa señora es “milagrosa”.
.- Pues no tanto como eso, sencillamente se preocupa por los
demás, sobre todo si los ve en situación difícil. Un día antes de
salir del hospital y ya cuando su padre volvía a casa me dio el
empleo de jardinero, el alojamiento, y ha dejado en mi
responsabilidad no solo el cuidado del jardín, ese que ve usted
tan pequeño, además me ocupo de la piscina del vecindario y las
reparaciones eléctricas que pueda haber.
.- Entonces, cree usted que me pagara mis emolumentos.
.-Totalmente seguro, si son justos.
Salomé Moltó