No es fácil escribir una crónica sobre Israel ya que lo más frecuente es
caer en los tópicos que, en forma de bombardeo, nos llueven a diario a
través de los medios de comunicación en nuestras aturdidas y atiborradas
cabezas. Y junto a ello, la ineludible obligación de hablar del islam.
No es esta mi intención ya que multitud de politólogos y periodistas ya
abordan esta función con sobrados recursos y facultades mejores que las
mías propias.
Por lo tanto mi opinión será la crónica de una persona interesada por
saber qué hay detrás de tanta información interesada, cómo son los
habitantes de unas tierras que todos conocen como “Tierra Santa”.
Pasé varias horas en el aeropuerto de Estambul esperando el avión que
me depositaria casi tres horas después en Tel-Aviv. Me dispuse a leer,
hacer crucigramas, pero me fue imposible, nunca en mi vida he podido
ver un desfile de personas de todas partes del mundo tan completo,
variado y multicolor; era como ver la tele, pero en directo. Un musulmán
con su cohorte de hijos y esposa, parejas él con barba y ella cubierta
completamente de negro sólo visible sus ojos, incluso sus manos dentro
de guantes negros también contrastaban con gentes eslavas vestidas
informalmente, japoneses con su multitud de cámaras fotográficas,
exuberantes turbantes femeninos cubiertos con pañuelos de países
musulmanes asiáticos. Hasta tuve la ocasión de asistir al rezo de una
mujer musulmana, la cual, instalada en un rincón sobre una pequeña
alfombra, juntaba las manos arrodillada y colocando, de cuando en
cuando, su cabeza entre sus manos apoyando éstas sobre el suelo. ¡Qué
abigarrado panorama, qué espectáculo tan diverso y que privilegio poder
ver en vivo y en directo todo aquello!
Y de repente aterrizo en Tel-Aviv, vienen a buscarme mi hijo y nuestro
amigo en común, Josef. Mi impresión es que estoy en un país moderno,
iluminación impresionante, perfectos trazados urbanos, veo jardines,
edificios enormes, modernos, en donde no faltan las placas solares y
terrazas-balcones en cada uno de los pisos, es una característica de todas
las edificaciones, siendo lo mismo en cuantas ciudades he visitado entre
ellas la hermosa ciudad de Haifa hacía el norte, así como el pequeño
pueblo de Zikhron Yaakov donde se producía vino por colectivos judíos
ya en l882 y donde se quitó la vida la hermosa Sara. Y así fueron
llegando historias del pueblo hebrero, antiguas y modernas, todas ellas
interesantes.
No es de extrañar la impresión que puede causar en las personas la ciudad
de Jerusalén, con su mezquita, el muro de las lamentaciones, el Santo
Sepulcro, la torre de David. El crisol de las antiguas religiones conviven
juntas aunque no revueltas, las fronteras personales se acentúan, las
miradas curiosas se disparan, pero todos se respetan.
Cristianos ortodoxos venidos de los países del Este, en forma de bandadas, lo
invaden todo, los árabes en el zoco se ocupan de sus negocios de venta
de “souvenirs”. Los viandantes se cruzan, se observan, casi todos van a
rezar, cada cual a su dios. Miro a unos y a otros, mi curiosidad choca
entre lo que veo y lo que siempre he supuesto, creo que necesitaré un
tiempo para evaluar debidamente tanta maravilla, tanta historia
concentrada. No hay un prototipo judío, llegados de todas las partes del
mundo, incluida Etiopía, descendientes de la reina de Saba esposa de
Salomón. Son un abigarrado conjunto de gentes cívicas y educadas. Si
no fuera por el calor, hasta 47 grados diría que estamos en cualquier
ciudad de Europa.
Presenté mi libro “Retazos de la posguerra 1939-1953” al grupo de
castellano-hablantes atendiendo su amable invitación. Vi rostros atentos,
curiosos que, por la edad estaban al corriente de la historia del pueblo
español, pero esta vez alguien venida de tan lejos y al hacerlo
personalmente infería un matiz peculiar. Contesté a cuantas preguntas se
me hicieron y quizás me excedí con matices, pero creo que fueron
necesarios en todo discurso que se pretende lo más justo posible. Fluía
interés, sensibilidad, dulzura características de personas que sufren y
luchan por mejorar su existencia y la de los demás. El país estaba de
fiesta, se celebraba el Rosh Hashana, principio del año judío, nada más
ni nada menos que el 5773.
Resultó notorio el día que dedicamos al Mar Muerto. Emplazado al sur-
este de Israel y haciendo frontera con Jordania es la concentración de
agua con los elementos químicos más abundantes que lo hacen único en
el mundo. Situado a 400 metros más bajo del nivel del mar, este lugar
recibe cantidad de personas que vienen a curarse enfermedades de la piel
(hongos, escoriases) etc. No hay manera de poder sumergirte, al
momento flotas sin moverte, ausente de flora y fauna y al borde de un
enorme desierto las múltiples sensaciones se suceden. Las personas
cubiertas con lodos reparadores se pasean a 47 grados; una ducha de agua
dulce se hace imprescindible.
Como colofón hablaría del Parque Nacional de Masada, fortificación del
último reducto de los hebreos que decidieron suicidarse antes que
entregarse a los romanos, allá por el ya lejano 73 de nuestra era.
Esta pequeña y modesta crónica pretende dar una imagen de la parte
judía de Israel, fuera y aparte de lo que estamos acostumbrado a ver y oír
y agradecer la bondad, las atenciones y la generosidad con que fuimos
tratados por unos amigos entrañables que serán inolvidables.
Salomé Moltó
Contento al saber que disfrutaste de tu visita a Israel.
Lo que si lamento no haber sabido con anterioridad lo del viaje, pues hubiera sido un gustazo recibirte en nuestra casa, y prepararte un sabroso asado al estilo argentino.
Sea como sea, lo importante es que lograste un linda experiencia.
Shalom, javerá,,,,Paz, amiga
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