Lo que nunca superamos


Es muy notorio a la rutina que tiene sometida la mente el ser humano a pesar de los acontecimientos que experimenta y muchos de ellos, injustos y extremamente dramáticos.

Como referencia, en 1213 la batalla de Muret, la de los albigenses cántaros nos puso una vez más frente a un fanatismo religioso que no tiene fin, en una u otra religión. Tal la inquisición por simple mención. ¿Tiempos de Pedro II de Aragón? ¡Qué importa!

Simón IV de Monfort ganó la batalla y le preguntó al Papa Inocencio III que hacía con los prisioneros, pues había católicos y el Papa le contestó de eliminarlos a todos y que Dios escogería a los suyo.

¿Hemos superado algunas situaciones que tanto dolor nos han causado?

No, por supuesto, y lo más doloroso es que cuando se firma la paz y tal o tal guerra ha terminado, sencillamente se habrá firmado el comienzo de la siguiente. Es la impresión que nos da la visita a Versailles, ya hace un tiempo, nos decía el guía, en este espacio y en esos furgones se filmó el armisticio, bueno en la sala de los espejos, ya en la Opera Garnier en realidad.

Algunas personas mantenían la opinión de que toda guerra es un negocio y que de esta forma se renuevan las generaciones y se practica toda la técnica bélica y podemos hacer frente al “enemigo” y claro si no lo tenemos nos lo inventamos y punto pelota.

Paseando por los muelles del Sena, observamos a un joven, un clochard, como se dice en francés, al vagabundo sin casa ni recursos, no hace más que beber, nos cuenta que fue deportado por los alemanes y cuando volvió del campo de concentración, no quedaba nadie de su familia, a los horrores que tuvo que hacer frente le quedaba una inmensa soledad que solo con el alcohol podía consolarse. Y claro en esos tan tristes y duros momentos un silencio puede ser la mejor respuesta.

Salomé Moltó

Un comentario sobre “Lo que nunca superamos

Replica a Zuri Aguirre Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.