Aurora fue a visitar a su amiga Elsa, que desde hacía algunos días su estado de salud había empeorado.
.- ¡Ah ! ¿Eres tu? Que alegría volverte a ver.
.-Sí, he vuelto a visitarte antes de los ocho días, como me es habitual porque vi en el mercado a nuestra común amiga Lola y me dijo que te había encontrado un poco “pachucha”, y es verdad, te encuentro desmejorada, amarilla y decaída, cuando la semana pasada te veía mejor del accidente y francamente muy mejorada.
.- Sí, cuando vine del hospital y durante unos días fui a mejor y hace una semana que cada vez me veo peor. Estoy poco animada.
.- ¿Tomas las medicinas que te ha ordenado el médico?
.- Por supuesto, pero ahora Pedro me da por las noches un suplemento muy bueno y yo sé que poco a poco me pondré bien, aunque ahora esté un poco decaída.
El rostro de Aurora cambió de repente, hizo algunas preguntas más, concretó algunos detalles y se acerco al oído de su amiga, mientras observaba la sombra del marido, que parece había estado escuchando la conversación.
.-No tomes más la “medicina” que te da tu marido, echala en la maceta de esa planta, veras que se pone amarillenta. Finge estar peor, te levantas para ir al baño y te vienes a casa corriendo. Yo te espero y hablamos, tengo cosas que decirte. Pero haz lo que te digo si quieres seguir viviendo.
Aurora salió a toda prisa de la casa dejando a Elsa muy sorprendida y …
Pero Elsa no fue a casa de su amiga, y como de costumbre Aurora volvió a visitar a su amiga. La cuñada de Elsa le recibió en la puerta no dejándola pasar y diciéndole que Elsa estaba indispuesta y que no podía recibirla pues estaba descansando.
.- ¡Voy a pasar y usted no me lo va a impedir si lo hace, volveré con la policía!
Le dio un empujón y entró en la casa. Elsa estaba completamente amarillenta y jadeante.
.- No te preocupes, he traído el coche nos vamos al hospital- le dijo cogiéndola por los brazos
.- ¡Apártese o le abro la cabeza!, con este jarro. Le dijo a la cuñada que se entreponía.
.- No tiene usted derecho …
Sin hacer caso de la actitud amenazante de la cuñada de Elsa, la subió en el coche en el preciso instante que llegaba el marido.
.- ¡Se la lleva y no he podido hacer nada, le decía a su hermano.
Aurora apretó el acelerador y salió corriendo.
Cuando días después le comunicó el médico a Elsa que habían intentado envenenarla y viendo que la policía se llevaba detenido a su marido, llena de espanto, se puso a llorar amargamente, no comprendiendo lo que le había ocurrido.
Salomé Moltó