Mujer mía, al conocerte, sin saberlo yo esperaba
que calmaras el dolor de mi alma lacerada,
mas no fuiste la culpable si tu amor no lo lograba,
ya que tú no conocías todo el miedo de mi entraña.
Miedo que muerde sin tregua,
miedo que araña sin pausa,
que malogra mi alegría y te convierte en extraña.
Mi padre me llevó un día, con dos siervos de la casa,
por la tierra de Moriah y un burrito con su carga.
Por tres noches caminamos por un sendero de grava.
-¿Adónde nos llevas padre?
-A la cima más lejana.
Grande fue mi desconcierto cuando noté que lloraba.
El paso de las tres lunas sus facciones demudaba.
Al avistar la montaña,dejó atrás a los criados
y agravó con muchos leños
mis hombros adolescentes.
-¿Y qué haremos solos, padre?
– Sacrificar y orar quedos…
-¿Sin la ayuda de sirvientes?¿ Sacrificio sin
cordero?
Y al ver su mirada triste y sentir todo su miedo,
con los labios apretados no dije:¿soy el borrego?
Ni grité:¡soy tu hijo amado… la risa de tu vejez!,
soy Isaac, hijo de Sara… el hermano de Ismael.
Sellé mi boca de niño, callé y sin detenerlo
dejé que me atara inerte,
al altar sobre los leños.
Su brazo blandió el cuchillo
sobre mi trémulo cuerpo,
cuando una Voz que tronaba,
me quitó el conocimiento.
Yvette Schryer
La belleza puede ser estremecedora. Felicitaciones por esta joyita poética.
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Catalina, no sé si no has vuelto, yo te vi una vez sola ,dede entonces leo y gusto de tus t´letras espero que nos sigamos reniendo en contacto y por favor señalame los errores ,todavía no estoy segura de algunas formas. vivo en Raanana..Yvette
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