A la sociedad le sobra la envidia, la mentira, el fraude, las bravatas, los egos, el iluminado adivino, las debilidades, los trucos malabares, la ignorancia, la verborrea, los prejuicios, las villanías, el silencio obligado por decreto ley, la retórica en la demagogia por muy culta que sea, los atropellos de documentos con mando a distancia; el dolor que conlleva tener que sufrir hambre por estar mal gobernados; los tremendismos burocráticos, acosadores siempre; los falsos dioses en los paraísos políticos. Tragedias improvisadas por los ricos, manchados de patologías en su orgullo personal y único. ¡Vaya sociedad que nos toca lidiar cada día! Sobran las armas bélicas y los legisladores que certifican energías letales. ¡Qué vergüenza de sociedad! Nos obligan a cumplir servicios para satisfacer el poder de reyes, prelados, dioses de paja, súper hombres disfrazados de duendes; también le sobra a la sociedad el falso criterio de quienes se atribuyen el don de la sabiduría, al tiempo que subliman en los demás, teorías que incumplen ellos mismos.
Y, mucha atención a la sociedad que no tenemos todavía. Con lo hermoso que sabemos que es, estar disfrutando de la tranquilidad, el sosiego, el ocio, los valores respetuosos de pensar que no existe la maldad. ¿Y la alegría, dónde está? Buscamos siempre pretender cumplir con el papel que nos toca defender, por mucho que, en algunas ocasiones, cueste creerlo. La sociedad es un manantial de sorpresas, con sus propios riesgos y siempre con intereses propios. Intereses que revelan el calificativo del encuentro ciudadano con la realidad, que son de pésima respuesta al quehacer diario, comprometidos responsable mente con la obligación de vivir, mucho antes de los sueños imposibles. Entiéndase que toda circunstancia exige atención especial, ya que no sería posible comprender que, siendo gobernados por alguien, tengamos que sufrir sus errores, exponiendo la suerte al capricho de otros, que fracasan, cuando sus fines no son lucrativos. Mientras tanto sucede lo complejo de entender, desde una visión humilde, por tanto como se necesita para vivir y dejar que otros tengan igual oportunidad de futuro. La sociedad es manipulada por los diplomados políticos desde el poder que se conceden ellos mismos, a pesar de que nos dicen ser democráticos, liberales, y hasta capaces de encarcelar a quienes no comulgan con su mismo credo.
‘Una Sociedad’ puede estar preparada para que sus ciudadanos disfruten el truco de todo un listado auténtico de horizontes sociales, listos para ser felices y certificar que es verdad cuanto sucede en su circunstancia más en propiedad. Aunque le sobra a la sociedad ser gobernada por señores, o mejor bichos de una naturaleza política, con deseo de gobernar desde el Estado malabar. Sin duda sobra ser gobernados con estructuras arribistas, desde donde solo ellos controlan la suerte del colectivo social, siendo componentes los valores del Bien y del Mal, teniendo que asumir la depreciación de métodos gobernantes. Es imprescindible alejarnos del ‘Mal’, si deseamos tener alguna posibilidad de convivir con los siempre organizadores de la trapatiesta. Permito el lujo de positivas conclusiones para observar con detenimiento algunas cuestiones, siempre en favor de intentar saber vivir, sobre todo en una Sociedad deseada, aunque gracias a la ausencia de interés gobernante por ello, desde el momento en que “estamos obligados a dedicar más tiempo a defendernos de los atropellos en la Justicia que necesitamos, que disfrutar de la merecida libertad y esperanza, por cuanto lo acredita y certificamos desde la Cuna, que es siempre. Y es que desde la Cuna deberíamos estar protegidos, porque no venimos a esta Sociedad por medio de juegos con intereses de alguna suerte. ¡Estamos aquí, ahora y para siempre! (‘Siendo siempre toda la vida’). Especular con el origen, no deja de ser fantasioso, hasta sancionable con métodos preventivos, para que no pueda vivir del lucro el falso criterio, conocido como a río revuelto, ganancia de pescadores. Junto al origen, ese principio maravilloso, pone un marchamo encantador, que luego, siempre, deberá servir, junto a los valores personales, de qué va a conseguir ser respetado y protegido, con la justicia inviolable, en caso de que sepamos gobernarnos a nosotros mismos: Pero solo ante esa realidad.
Es inevitable que digamos, cuanto más mejor, que la sociedad es lo que nos permite medir las distancias entre ciudadanos, aunque hay que destacar la importancia, con mayor énfasis, entre ‘los negocios’ tan rentables para unos pocos: movimiento de la banca, inventada para que los ciudadanos se diviertan con gustos rabiosos; empresarios con látigo sin límites y trabajadores ante la mendicidad, como ejercicio para subsistir; divinas creencias para atontar la ignorancia ciudadana. ¡Qué sociedad! Y en las universidades enseñan humanidades, aconsejando vivir, sin que resulte demasiado necesario estar de acuerdo unos con otros. Los ciudadanos es como una masa social flotante, como los corchos en las corrientes sinuosas, en los mejores climas de convivencia social. Pero también es cierto que debemos ser conscientes, de lo importante que es la necesidad de vivir cada día, liberados de los problemas y los viciosos comportamientos ciudadanos. La sociedad es un fin concreto que debe tener sus propios valores a salvo de la depreciación. ¡Cómo cuesta poder vivir sin estar sometidos a los límites del decreto, cuando las leyes son parasitarias!
Colaboración de Floreal Rodriguez de La Paz