– Lo lamento señora, pero no le corresponde ninguna ayuda del gobierno
– No, para nada señora, el estado no está obligado a dar de comer a sus hijos. Es su problema
– ¿Que usted siempre pagó sus impuestos? ¿Que me dice? ¡Era su deber! ¿No?
– Ya usted me está molestando, señora. Es la hora de mi descanso. ¡Retírese ya!
– Además, tengo mucho para hacer. ¿Ve todos estos papeles aquí en mi mesa? Son gente que tengo que atender, que tienen derecho a la defensa del estado.
– ¿Que también usted tiene derechos? ¿Cuales? ¡no están contemplados por la ley, que es lo que define las prioridades!
Mira que soy una persona muy paciente y tengo además un profundo sentido de la moralidad. Son las tradiciones que mamé desde siempre y es ahora cuando pongo todo ese arsenal en funciones. Pero hay gente que no tiene sentido de su deber, irresponsables que no han sabido guardar algún dinero. Gente desvergonzada que creen que el estado les debe todo, y no es así. Rememorar a quien una vez dijo: “No preguntes que puede hacer el país por ti, pero si que puedes tu hacer por él”. Esa es la verdadera moral, no las falsas exigencias cuando les parece.
– ¿Qué dice usted, señora? ¿Que sus ingresos son tan bajos que nunca pudo ahorrar? ¿Y eso también es responsabilidad del estado? ¿Pero donde esta su patriotismo señora? ¿Como se atreve a criticar a su país y poner en tela de juicio su integridad moral?
– ¡Váyase de aquí ahora, antes que ordene que la expulsen!
Se le arruinó el día al funcionario, que aquella mañana venia imbuido de aquel sentimiento sacrosanto de servir a la patria. Algunos amigos lo asediaban y le decían que su trabajo es aburrido y falto de emociones, incluso su propia esposa y hasta sus hijos se burlaban de él. ¿Qué te vas tan trajeado a la oficina, como si fueras a un casamiento? Pero él lo soportaba todo y en su fuero interno sabia que llenaba un gran vacío. En realidad siempre estaba a la caza de algún ciudadano a quien echar en cara su conducta, pues entonces afloraba toda su estima por la patria y el Estado que lo representaba. En momentos como aquellos su excitación crecía desde adentro indómito y seria capaz de enfrentar a quien sea. Se sentía muy orgulloso de su función y no le importaba siquiera que llevase años en el mismo puesto sin apenas algún progreso. Su salario no era gran cosa, pero las palmadas en el hombro de sus jefes le decía todo. Incluso recordaba la visita de aquel ministro y la sonrisa que le endilgó cuando pasó a su lado. Por lo menos así lo había interpretado él y no necesitaba ya más. Cierto que desde entonces pasaron varios ministros y empleados jerárquicos, pero él siempre estaba en su lugar. Como sabía repetirse a si mismo… ¡siempre al pie del cañón!.
Josef Carel
Ja, ja, ¡ironía suprema! Josef. Dejaste al descubierto la burocracia (no al empleado, aunque también). Abrazo
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Gracias estimado, lamentablemente la gente se toma demasiado en serio sus funciones y allí esta la infamia del sistema.
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Hay algunos funcionarios que no tienen como función fundamental su trabajo otros como este sí y eso parece que hace funcionar la maquinaria gubernamental
Un abrazo ya me dices si llego mi contestación y textos
El 27/5/20 a las 11:56, Kosas y algo mas escribió: > WordPress.com > josefcarel posted: » – Lo lamento señora, pero no le corresponde > ninguna ayuda del gobierno – No, para nada señora, el estado no está > obligado a dar de comer a sus hijos. Es su problema – ¿Que usted > siempre pagó sus impuestos? ¿Que me dice? ¡Era su deber! ¿No? – Ya» >
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Cierto, asi funciona la maquinaria gubernamental. La pregunta es ¿Quién se beneficia de ello? No parece ser que sea el ciudadano, que por lo general no tiene otra opcion que obedecer ciegamente. No existe entonces el libbre albedrio. Al funcionario hay que sumar sus subalternos, los empleados, aquellos que cumplen ordenes y por encima de todo esto, los politicos. Estos ultimos, como ya sabemos, siempre estan en guardia para conservar sus puestos exclusivamente.
Asi no iremos muy lejos seguramente y las aberraciones se suman.
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