Gracias a Dios, a pesar de las vicisitudes, contratiempos, castigos y terribles amenazas, parece que muchos dignatarios y líderes reaccionan.
Se reúnen hablan, deciden ayudar a los más desvalidos; Ucrania, además de otros países de diversos territorios que afrontan problemas muy graves, como es el caso de aquellos que están sometidos a sanguinarias tiranías, aniquilamientos por demás injustos, por el antojo de seres déspotas que piensan nada más que en la gloria del poder.
Lo extraño, por decirlo de alguna manera, es que esto y mucho más sucede en pleno siglo XXI, en el que los adelantos científicos tecnológicos, han avanzado a pasos agigantados.
Los viajes a la luna, es un ejemplo, pero por otro lado se discute sobre el cambio climático, el hambre debido al castigo, la crueldad de un ser autócrata, egoísta que no le importa mandar a la muerte a miles de jóvenes que podrían aspirar a tener un futuro mejor.
Honestamente, no entiendo lo que ocurre. También algún país de Asia desea llegar a ser el más poderoso del mundo por encima de los Estados Unidos. Y gracias a esa Nación el mundo se vio de repente afrontando el ya famoso Coronavirus, la Ómicron.
A raíz de la aparición del ya conocido virus, los muertos son muchísimos, así los enfermos y las demás personas tuvieron que aprender a usar mascarilla, guardar distancia, vivir enclaustradas por mucho tiempo.
Ahora que la vida parece normalizarse, muchas naciones deberán enfrentarse a rigurosos cambios con la llegada del invierno, de otros virus como la gripe que es muy contagiosa.
Quienes corren mayor peligro son los niños y los ancianos. Qué injusticia, unos porque comienzan a vivir y otros porque están cerca del final de sus días.
Caramba, todos merecen habitar en un mundo mejor, pero apenas sobreviven. No soy profeta del desastre, porque las calamidades, tragedias y catástrofes están presentes en países de varias partes del mundo.
Alguien dijo, ¿entonces qué nos queda? Le respondieron, quizá, rezar,
Regina Mizrahi