Los judios y la palabra


El tan conocido concepto sobre “las tres grandes religiones monoteístas” yerrala esencia misma del judaísmo. La comparación, a mi entender, tiene fines pura y hábilmente políticos, desde la óptica del cristianismo y el islam. Estas doctrinas, se presentan como los seguidores y más aun, como reemplazantes de aquella que fuera su cuna. Cuando nacieron y se popularizaron, los jerarcas de ambos credos ordenaron a los judíos, que aceptaran de facto y de iure, que ellos venían a ocupar el lugar de la antigua fe. El Mesías había llegado al mundo para redimir a los pecadores y a su vez, el Profeta, aún cuando aceptaba a quienes le antecedieron, Moisés y Jesús, él, Mahoma, se erigía ahora como el último profeta, quién traía al mundo la única verdad. Ambas religiones se declararon universales, lo que fue motivo de violentos enfrentamientos, durante parte de la historia antigua, y que aún perdura.

Pero los obstinados judíos se negaron a aceptar aquellas directivas, y declararon a los cuatro vientos… “Somos un pueblo-nación, que tiene una fe particular”. Y de inmediato agregaron, a quienes quisieran escucharlos, que su Creencia está basada en los libros de las leyes, dictadas por la divinidad; ésta es la Torá (la ley). Pero también las narrativas de los profetas con sus pautas éticas y morales, que enseñaban sobre el comportamiento del individuo con respecto a la comunidad, y también los cuentos históricos sobre el nacimiento y la conformación del pueblo. Este libro así completo se denomina en hebreo “Tanaj”, y está constituido por tres partes: Torá (leyes), Neviim (Profetas) y Ketuvim (los relatos que todo judío debe siempre recordar, porque también incluyen enseñanzas morales). En Pesaj (la pascua judía), se recuerda que sus antepasados fueron esclavos en Egipto y luego seres libres. Estos libros, los que constituyen el Tanaj, se conocen en el mundo gentil, bajo el título de la Biblia, pero esta creación greco-romana incluye al Nuevo y al Antiguo Testamento, lo cual, nuevamente, tiene un contexto político. No es correcto atar con un mismo hilo la palabra escrita judía, con los dogmas del cristianismo. Aunque en este sigue anidando la idea de que la redención cristiana va a comenzar cuando todos los judíos acepten a Jesús. Los protestantes, anglicanos y baptistas no ocultan sus intenciones, y opinan abiertamente que su apoyo a Israel se basa en la futura desaparición del pueblo judío, como tal.

El judaísmo es en esencia la creencia y practica de “la palabra”, lo que se refleja en tradiciones y costumbres, a falta del asidero material de un territorio concreto. Al decir de algunos filósofos e historiadores, no se puede medir al pueblo judío con unidades biológicas, ni tampoco culturales. “Somos una falla tectónica”, dicen, en un mundo con limites de soberanía territorial y homogeneidad humana. Los judíos están divididos en etnias, sectas y cada una con sus propias pautas culturales, de acuerdo al lugar donde se asentaron. La intención primordial del Movimiento Sionista, ahora con el Estado de Israel, es volver a reunificar todos aquellos valores nacionales de antaño, comenzando con la instauración de la lengua hebrea.

¿Pero cómo se llegó a todo esto? ¿Qué acontecimientos tan críticos, llevaron a todo un pueblo a unirse en torno a las palabras grabadas en un rollo de papirus, es decir, a una serie de libros? Hagamos un poco de historia:

El pueblo de Israel se consolidó en torno a las 12 tribus generadas por los hijos de Jaacob, cerca del año 1050 A.C y recibió de aquel su nombre de Israel, pero las graves condiciones en las tierras de Israel, obligaron al pueblo a emigrar a Egipto. Allí probablemente prosperaron durante cientos de años, hasta que cayeron en la esclavitud que fue impuesta por alguno de los Faraones. Según la leyenda (o quizá un mito), el pueblo escapó de la esclavitud bajo el liderazgo de Moisés, y a sus ordenes se consolidó el pueblo-nación al recibir la Torá, la ley, en el monte Sinaí, de manos del patriarca, a quién le fue otorgada por Dios. Luego de vagar 40 años por el desierto, el pueblo inició la etapa de Nación en las “Tierras Prometidas”. Pero las tribus se dividieron en dos reinados: El Reino de Israel, constituido por 10 tribus, y luego el Reino de Judea con las otras dos tribus (Benjamín y Judea). Israel ocupaba la parte norte del territorio.

Pero en el año 772 AC, los asirios derrotaron al Reino de Israel, enviando al destierro a gran parte de su población, creando lo que se conoce hasta nuestros días como, el enigma de “las tribus perdidas”, pues nunca más se pudo hallar rastro alguno de aquellas.

El año 586 AC, Judea sufrió la misma suerte que sus hermanos israelitas, al ser invadidos y conquistados por los babilonios. Esto se conoce en la historia judía, como “la destrucción del Primer Templo”, y por supuesto el exilio del pueblo judío. El año 538 AC, el Rey Persa Ciro, permitió el regreso del pueblo para la reconstrucción del Segundo templo, lo cual se llevó a cabo años después. Pero en el ínterin, muchos exiliados, prefirieron continuar la diáspora en las tierras del sur, hacia la Península arábiga, y en Egipto, Chipre y otros sitios lejanos. En Arabia durante casi 500 años prosperó una gran comunidad judía. A Judea regresaron desde Babilonia, unos 50.000 judíos, pues una parte importante prefirió quedarse en Babilonia.

A partir de esos acontecimientos, el pueblo judío en gran parte optó por vivir en la diáspora, pero sin dejar las creencias basadas en los libros sagrados. El valor de la vida misma era superior a todo. La creación literaria y filosófica judía continuaba sin cesar. En Babilonia incluso, fue compuesto uno de los libros interpretes del Tanaj más importantes, el Talmud de Babel, que competía con el de Jerusalén.

El año 332 AC, los persas fueron vencidos por los griegos al mando de Alejandro Magno. La influencia helenista fue enorme y fatal para los habitantes judíos de la zona. Se enfrentaron la Estética griega con la Ética Judía, es decir lo eximio de la belleza humana, con la palabra hebrea y sus conceptos de moralidad. Un rey seleucida (sucesor de Alejandro Magno), impuso a los habitantes judíos condiciones de vida imposibles, lo cual llevó al fin a una rebelión, dando lugar así a la creación del Reinado de los Hasmoneos. Fue por primera vez, después de centurias, que se estableció un ente judío independiente que se negó a adorar a los dioses griegos. Esto sucedió en el año 167 AC, pero la alegría fue demasiado temprana y ya que en el año 37 AC, el Imperio Romano entrona en Judea, al Rey Herodes, un Edomita converso, que era un títere de aquellos y más déspota que ninguno otro anteriormente. La vida de los habitantes judíos, tornose cada vez más y más insostenible, lo cual despierta nuevos intentos de revueltas. Es lo que el soldado y luego historiador judío, Yosef Ben Matitiahu (Josefus Flavios en su nombre griego), describe en su libro (que escribe ya en el exilio romano), “La guerra de los judíos contra Roma”. Las guerras duraron más de 4 años, durante los cuales hubo momentos de gloria para los locales, pero al fin fueron totalmente derrotados y Jerusalén destruida hasta la ultima piedra, el año 70 DC.

La mayor parte de la población perece en las contiendas (1.1 millones) Y unos 100.000 fueron llevados cautivos a Roma. Desterrados de Jerusalén, la población judía restante se centra en la Galilea, al norte. Pero una vez más, los judíos buscan de construir su identidad en torno al estudio de la palabra de la ley. Akivá Ben Yosef, más conocido como Rabí Akivá y reconocido como uno de los sabios del judaísmo de aquella época y aun hasta nuestros días, es el creador del judaísmo rabínico. Junto a otros convence al Emperador Tito Flavio, que les permita establecer en la ciudad de Yavne, un lugar de estudio de los libros del Tanaj. Yavne se convierte en uno de los Centros de Estudios Judaicos más importante durante cientos de años.

Los judíos viven desde entonces esparcidos por los cuatro vientos del universo, sufriendo en su derrotero las persecuciones más graves y crueles, que no tienen parangón alguno en la historia. Se suman y dividen las etnias, las costumbres y pautas culturales adquiridas a través de la vida común en las naciones anfitrionas, los así denominados por los judíos, Goyim. Pero no solo adoptan de aquellos sus culturas, sino también, por fuerza de violencia y vejaciones físicas, hasta las facciones de aquellos. Si los ojos de los judíos actuales son verdes o negros, el cabello claro hasta rubio, o moreno africano, se debe a que alguna o muchas de mis abuelas ancestrales, fueron vejadas. Pero la costumbre y moral judía, no admite que se expulse de la comunidad a un hijo ilegitimo, a un mamzer (hijo natural de padre desconocido). La madre será unida con algún hombre de la comunidad, para que no permanezca abandonada, y para que el niño tenga un hogar, y lo más sagrado para la cultura judía, una familia.

Así es como la patria y territorio de siempre del judío, lo encuentra en torno a la palabra escrita. A ella le debe toda su atención, el estudiar, aprender y memorizar la ley y las normas morales, para siempre.

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