Ya al comienzo y aunque parezca extraño, cuestionamos el titulo mismo de este trabajo. Es que el concepto de Humanismo, con todas sus versiones filosóficas, antiguas y contemporáneas, no responde plenamente a nuestras expectativas. Preferimos descartar el punto de vista exclusivamente antropocéntrico. No obstante, no encontramos un término mejor para reflejar nuestro pensamiento complejo, que esperamos dilucidar en las páginas de este estudio. Segundo, el alcance de este trabajo, en cuanto a sus metas políticas, va más allá de un simple estudio temático. Buscamos hacer una propuesta más específica. Nuestra mirada esta puesta en la gravedad de los acontecimientos actuales a nivel mundial, el lugar del ser humano en estos y el futuro incierto que se perfila.
También se trata de su hábitat, es decir el espacio físico en el cual el hombre desarrolla su vida y tomando en cuenta a todas las especies que constituyen el reino animal viviente, del cual el hombre es parte integral. Consideramos que el ser humano no debe estar en un pedestal por sobre todo lo demás, aunque está claro que ocupa un lugar preponderante, por ser el único ente capacitado para un pensar inteligente, y luego llevar a la practica como ideas y acciones. Entonces es el hombre, por esas mismas cualidades particulares y únicas, el que lleva los cargos y la responsabilidad sobre los resultados de tales acciones.
A falta de otro termino significativo, concluimos en el concepto de Humanismo, pese a que, en su acepción textual, como recalcamos antes, trata del lugar central que ocupa el ser humano en este esquema, sin aportar nociones e ideas en cuanto al entorno natural que le rodea. Creemos, como ejemplo, y para dar énfasis a nuestro concepto, que una ballena en el Océano, que sufre de la acción humana cuando se la expone al peligro de extinción, implica entonces a la naturaleza contradictoria del hombre. Así, si este necesita del alimento que le proporciona la carne de dicho pez, sería un error garrafal, tanto ética como prácticamente, descuidar la continuidad de esa especie. Otros animales se alimentan de la caza de seres vivos, pero al fin existe un mecanismo natural que equilibra la oferta y la demanda. Es lamentable, pero solo por la interferencia del ser humano, dicho mecanismo ha desvariado, poniendo en peligro la existencia de tantas especies y de su propio medio natural. El hombre se convirtió en un simple depredador.
En otro aspecto, ponemos en tela de juicio la tendencia casi unánime de los estudios sobre el humanismo, de centrar su esencia en el principio de los “derechos humanos”, por lo cual estos deben ser resguardados. Se entiende por esto, como valor, cuidar de la igualdad de los seres humanos. Y, sin embargo, no todo “derecho” tiene vigencia y poder en cuanto al principio de equidad. Como ejemplo contradictorio, aunque no único, destacamos el “derecho” a la propiedad privada. La historia, en especial la contemporánea, nos enseña de los trágicos resultados de la explotación de un gran número de seres humanos, por parte de otro grupo, el de los pudientes dueños de propiedades. Es el poder que se puede desarrollar a partir de la posesión de esos recursos, a diferencia de los desposeídos. Esto se debe justamente a que la posesión de propiedades, cuando permanece fuera de control, permite entonces la acumulación de capitales en pocas manos. Claro que no nos referimos a las posesiones de los individuos de medios que le permiten la vida diaria, pero si es el caso de la acumulación mayor. Los dueños de tierras y/o otros medios de producción, cuando buscan usufructuar los beneficios que aquellos les proporcionan, hacen uso de la mano de obra pendiente y necesitada de medios de supervivencia. Pero en el proceso de producción, el propietario anhela aumentar sus rentas indefinidamente, mientras que los otros, los empleados por aquellos, apenas gozan de ingresos limitados. Es el principio de la plusvalía, por la cual cada obrero produce valor por encima de su propio trabajo. La diferencia de valor es la que alimenta al proceso capitalista de acumulación. Es entonces cuando se producen las diferencias socio económicas, y mientras estas desigualdades profundizan, la sociedad que apaña a capitalistas y obreros se torna cada vez más violenta, cuando crece indefectiblemente la desigualdad. Este es el proceso que denunció Karl Marx, mediante el cual, los unos sacan provecho de las debilidades de otros, cuando las condiciones políticas favorecen a aquellos. En ello radica la teoría marxista de la alienación, referido a las distorsiones que causa el sistema capitalista en la naturaleza humana. El trabajador se transforma en un simple instrumento de producción, como si fuera una maquina más.
¿Entonces, deberíamos especular sobre la naturaleza del hombre como causa de tales aberraciones? ¿Cuál es el origen de todo este sistema, que aún perdura? Esta temática será parte de siguientes capítulos en este trabajo.
Como objetábamos más arriba, el “derecho” humano, que se define como… “las condiciones instrumentales que le permiten a la persona su realización”, no tiene siempre validez, como lo revela el caso antedicho, porque contradice brutalmente el principio de equidad. Todo ser humano nace intrínsecamente similar a su semejantes. Sus necesidades son las mismas.
En algunos modelos, el humanismo queda enfrentado con las creencias religiosas, tildando a aquel de “racional”, mientras que la parte opuesta entiende que son las divinidades, la causa de la conducta emocional errónea en el hombre. La propuesta humanista formal, considera que se debe dar crédito a la capacidad intelectual del hombre de regir sus propios destinos, sin tener deuda con ente superior alguno. Se denomina a estas teorías y sus prácticas, secularidad. No negamos que hay una abismal diferencia con los absolutismos practicados por las grandes religiones, y en eso radica el gran progreso logrado por la sociedad occidental, en especial. Y sin embargo, muchos estudios sobre la vida del hombre en el entorno cultural de las comunidades que lo alojan, demuestran a las claras la importancia de las creencias y tradiciones en sus vidas, aún basadas en simbologías no racionales. Los mitos y creencias en muchos pueblos, fueron y aun son, los que rigen la vida diaria de los individuos. Sin ellas, la vida del individuo estaría quizá, destinada al caos. Son estos, los principios éticos y morales, que casi siempre están inducidos por algún tipo de religiosidad, y que debemos aceptar tácitamente, como lo demuestran a las claras los estudios sociales y antropológicos. Ello, pese a que reconocemos que en muchos casos, la influencia de las instituciones religiosas que fueran erigidas en torno a la fe, ha sido muy perniciosas para las personas, y para pueblos enteros. Las instituciones formales que se crearon a partir de la fe y las creencias de las personas, fueron el medio para explotar a los creyentes con fines puramente políticos, por parte de ciertos líderes de tal o cual religión. Entonces, los intereses de dichos personajes primaron por sobre la necesidad pura de los fieles, de seguridad y confianza en el futuro. Para poder sobrevivir en un mundo hostil y a veces casi imposible, las personas necesitan apoyarse en los pilares de la fe. Citando ciertas fuentes… “El fenómeno religioso define y expresa la civilización. La expresa y la define porque es el fenómeno simultáneamente más vasto, más profundo y más coordinador. Es el más vasto porque la religión es un concepto del universo, e incluye por lo tanto una metafísica, una estética y una moral”. La otra parte de la ecuación radica en la pregunta… ¿Por qué muchas veces las personas aceptan ciegamente los mandamientos de los líderes religiosos, aun cuando van en detrimento de ellos mismos? Preguntamos, cual es el mecanismo que motiva la dependencia y disciplina total, llegando incluso, a disponer dar sus propias vidas en pos de la fe que abrazan. Esto es otro aspecto más de la naturaleza del hombre, que vamos a estudiar más adelante. Pero sí alegamos, que dicha fe no es absolutamente ciega, pues creemos que hay en el creyente conciencia de lo que hace. Por lo tanto, exigimos del ser humano, ser responsable de sus actos, en toda condición.
Citando nuevamente a Karl Marx, quien definió a la religión como una droga que hunde a “la criatura humana en la mayor miseria” al ser utilizada para que este olvide su miseria material real. En un mismo plano, otros pensadores, especialmente de izquierda, impugnan la devoción de las masas por un deporte, por ejemplo. “Las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”, es una de las tantas citas por parte de intelectuales desconfiados. Estos combaten enconadamente los usos que se hace del populismo por parte de políticos interesados. También implica a líderes religiosos, cuando explotan los sentimientos de las masas que ellos controlan. Y, sin embargo, recalcamos la necesidad de las personas de apoyarse en creencias y tradiciones, que sigue vigente en todo modelo de sociedad humana.