Un desliz lo tiene cualquiera


Con el plato de fresas se acercó a la ventana, volvió hacia atrás y se sentó en la pequeña mesa y se puso a pensar mientras iba comiendo lentamente las rojas y duras fresas que había comprado aquella mañana, eran para su nieta, pero estaba segura que  ya no vendría a visitarla como hacía cada día, después de salir del colegio y antes de ir a las clases privadas de matemáticas o de inglés y francés que hacía durante toda la semana.

La niña era un encanto, adoraba a su abuela,  y para ésta, el fundamento de su existencia, poco importaba lo que costaban las clases extraescolares, aunque eso de saber tantas lenguas no acababa de comprenderlo, le hubiera gustado más que hubiera aprendido a tocar el violín.

Pero ahora,su hijo había cometido la estupidez de enamorarse de una moza y había abandonado a su nuera e hija. “Es mi hijo, pensaba, pero ¡qué tontería, increíble! Con una familia tan estupenda, tan buena y …” No compraría más fresas, para qué si su nieta ya no vendría a verla, pensaba mientras injería las fresas.

.-¡Qué hace, no se las coma todas! Oyó una voy a sus espaldas. Era su nuera Hortensia que había entrado sin que ella se diera cuenta.

.- Mi hija está por llegar, como todos los días, preparele  el vaso de leche y las fresas, usted es su abuela, ésta es su casa tanto como la mía lo es de ella y también lo es de su hijo a pesar de la tontería que ha hecho

Sonia miraba a su nuera sin a penas comprender lo que le decía.

.-No se preocupe, él volverá, a su hogar, a su familia, un desliz lo tiene cualquiera.

Salomé Moltó

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