Mi querida Ángela:
Hoy quisiera hablarte de las pequeñas cosas, que no
por ello, tienen que ser cosas pequeñas.
Yo sé que soy un marido bastante huraño, seco, tristón que no te atiendo
como mereces, pero ya sabes lo mucho que tengo que trabajar para que
en casa no falte de nada. Así que voy, vengo siempre atareado, gruñendo
más de una vez.
Nosotros los hombres queremos hacer grandes cosas, emprendemos
negocios en donde “todo el mundo se va a dar cuenta de lo mucho que
valemos”, aunque el banco no nos conceda la financiación necesaria y
todo se quede en agua de borrajas. Nos decimos que esto y que aquello
va a ir estupendamente y va a dar un resultado grandioso, y rápidamente
nos subimos en el tren de la fantasía y no paramos de soñar en cosas
grandiosas. Salimos a la calle convencidos de nuestro talento, de nuestra
prestancia, de que podemos convencer a este o aquel cliente de que lo
que le ofrecemos, es lo mejor.
Pero, como te decía al principio, mi vida está jalonada de pequeñas cosas,
de hermosos y diminutos momentos que han sembrado mi existencia y
han tejido un sólido y resistente enjambre, y ese mundo hecho de
pequeñas cosas, te lo debo a ti.
No falta gente que apunta, a que el veneno, se coloca en pequeños
frascos, y que en pequeñas dosis nos mata y la droga que en pequeñas
cantidades nos va degradando poco a poco. He aquí pequeñas cosas que
son nocivas, por supuesto, pero también en frascos pequeños está el
perfume, que aquella noche y otras también culminó un gran momento
de amor, sí, en pequeñas gotas que enervaron mi ánimo.
¿Te acuerdas aquellos pequeños golpecitos en la puerta de mi despacho
para decirme “déjalo, trabajas mucho”, ese pequeño café que me ofrecías
con pequeñas galletas, esa pequeña sonrisa cómplice que me regalaste al
reparar el lavabo y otra al acordar la transacción económica, el día que
yo andaba muy nervioso? Ese pequeño “buenos días” al despertarme y
esos pequeños besitos con que acariciaste mi espalda. Sí mi amor, todas
esas pequeñas cosas, tan hermosas, cosas silenciosas, dulces como las
pequeñas manos de nuestra hija que cogía las mías a los pocos días de
nacer. Mis pequeños niños, eran esas pequeñas cosas que me hacían
volver a casa con ilusión
Y todas esas pequeñeces han configurado una gran felicidad por qué has
sabido adornar nuestra existencia con las muy grandes e importantes, pequeñas cosas
Salomé Moltó
Esas pequeñas cosas, son las que hacen grande nuestra vida.
Disfruté tus líneas, que llenaron de alegría mi corazón.
Shalom amigazo, que tengas un precioso día.
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