(Una mujer en la lucha)
Cuando los trabajadores se preparaban para una huelga contra unas modificaciones laborales propuestas por el PSOE, nosotros enterrábamos a Luisa, nuestra compañera, nuestra amiga. Era el 15 de diciembre de 1988.
Delante de su tumba, el sindicato CNT de Alcoy, en voz de la compañera Salomé, la despidió con las palabras siguientes:
“Nosotros libertarios no guardamos culto a los muertos por mimetismo religioso, pero levantamos un altar de afecto entrañable, de recuerdo imperecedero en lo más hondo y noble de nuestro corazón hacia los que, cumplida su misión biológica, nos abandonan para siempre.
Luisa era el prototipo de la mujer idealista, afectuosa, solidaria e ilusionada. A la natural belleza de su cuerpo unía la hermosura moral de su alma, que es, como decía Cervantes, la prenda más valiosa que puede lucir una mujer en su vida.
Luchadora libertaria desde los primeros años de su juventud, fue testigo, aliento y sonrisa de los miles de trabajadores y trabajadoras alcoyanas que escribieron páginas de gloria en el proceso social de este pueblo desde los años de la República a los actuales. Alegrías y dolores, victorias y derrotas, sueños y decepciones, Luisa estaba ahí, siempre con el ánimo enhiesto y una sonrisa de esperanza para los que sufrían y soñaban con la liberación de los pobres y el hundimiento de la soberbia de los privilegiados.
Enterrando a la compañera Luisa, enterramos también una parte muy noble y envidiable de la historia social y cultural de Alcoy, pero sobre su tumba, sobre esta tierra que va a cubrir su cuerpo, frío e inerte, para la eternidad, nosotros, tus compañeros y compañeras de lucha e ideales, depositamos este ramo de flores rojas, que son como promesas y afirmaciones categóricas de que seguiremos luchando y soñando por los ideales a los que ella dedicó lo mejor y más fecundo de su azarosa existencia. ¡¡Compañera Luisa, que la tierra te sea leve!! ¡¡Hasta nunca!! En nombre de los compañeros/as de CNT de Alcoy. Gracias a todos.”
Salimos del cementerio con el ánimo encogido. Veníamos de despedir a una mujer maravillosa y de las pocas que aquí en Alcoy habían realizado una labor de propaganda importante durante la guerra. Nació el 31 de julio de 1915. Sus cualidades quedaron manifestadas cuando junto a Enrique Vañó, participó en varios mítines.
También fue a Barcelona e intervino junto a Federica Montseny. Entonces era casi una niña, pero su entusiasmo, su espontaneidad y su dicción presagiaban la gran oradora que fue.
Un año antes de su muerte nos recibió en su casa y, con amena charla, nos fue contando todos aquellos años de su azarosa existencia.
Fue Secretaria de las Juventudes Libertarias, cuya sede social estaba ubicada en la calle El Tap de Alcoy. Enrique Vañó, secretario de Prensa y Propaganda, era muy hábil para hacer hablar a las mujeres y animarlas a que participaran en las luchas sociales – nos cuenta Luisa.
Pero pocas se animaron. Destacaron Conchita Cerdá, que leía poesía mientras los hombres morían en el frente; Emilieta, sobrina de Llopis el socialista, con quien tenía que marchar en 1939, pero no pudo acompañarlo al cerrar el ejército nacional el frente por Vinaroz. Su primer mitin lo dio en Almoines, allá por Gandía”.
Para que su madre no la viera la metieron en el fondo del coche y emprendieron la ruta hacia el pueblo. Hablaron siete compañeros delante de ella. Se expusieron las reivindicaciones de la
CNT. “Yo nunca hablaba mal, ni del comunismo ni de nadie”.
En Valencia compartió tribuna con Federica Montseny, que ponderó su juventud y coraje. El periódico Levante publicó su caricatura. Con su modesto traje azul y rodeada de sus compañeros, su participación se hacía cada día más notoria. En un mitin en Valencia se enfrentó a Ramón Liarte, director de Ruta, que, sorprendido, le propuso una cita en el hotel. “Entonces, ¿tú eres compañera, compañera de verdad? Te espero, delante de la puerta del hotel Rialto”. “Pues claro que soy compañera, compañera”. A la cita en el hotel fueron los compañeros y Liarte a la mañana siguiente, le pidió perdón por la indebida propuesta. Desde entonces siempre ha quedado a guisa de guasa la expresión “compañera, compañera”.
Con la perspectiva que da el tiempo, Luisa va recordando todos aquellos momentos tan importantes para nuestra historia social.
Por los artículos remitidos a La Gaceta de Levante recibía cincuenta duros que entregaba a las Juventudes Libertarias.
Encima del cine Principal estaba la sede de “Mujeres Antifascistas”, organización creada por las comunistas. La invitaron varias veces y al final asistió a una de las asambleas. “Aquello era un guirigay, sobre todo por la actitud poco social de Urrea, una mujer comunista que no armonizaba con las socialistas. Yo intenté armonizar, pero no hubo nada que hacer”, nos sigue explicando Luisa, aunque completamente convencida que de haber ganado la guerra, se hubieran hecho muchas e importantes mejoras, muchas de ellas inspiradas por las mujeres.
“Tanto Soler, como Llin, Aparisi, Peiró, Morales (que ejerció de alcalde), eran hombres muy inteligentes, responsables y moderados. Los más jóvenes eran más radicales, como Espartaco y Monllor. Pertenecían todos a la CNT, Copérnico Ballester era socialista. Los pocos comunistas que había, como trabajadores estaban en CNT. Los moderados fueron los que llevaron a cabo las colectividades” – sigue narrando Luisa algo emocionada, pero como si estuviera mirando una película cuyos fotogramas van quedando muy lejanos.
“Creo que hubiéramos aceptado los Ayuntamientos, o algo que se hubiera llamado quizás de otra forma, pero que se hubiera ocupado de los problemas de la ciudad”.
Emprendieron camino de Valencia para saber qué había de cierto sobre un rumor que les había llegado. “Por las calles de Valencia se están enfrentando comunistas y anarquistas”. A medio camino, el chofer no quiso avanzar, ya que la carretera estaba atestada de coches que circulaban en dirección contraria. Algo grave estaba sucediendo en Valencia para que todos aquellos coches vinieran huyendo a la búsqueda de una salida por Alicante o Murcia. Forzaron al chofer a seguir y consiguieron alcanzar la sede del Comité Regional. Allí fueron recibidos por Carlos Monllor, quien les dijo que no había nada que hacer: “Recoged lo que tengáis e iros.
Llopis hace diez días que se ha ido. Os vais con Juliá”. Volvieron a Alcoy. Enrique Vañó, Amando Jordá, Vicens, Reme y Luisa emprenden camino de Alicante, para embarcar en el puerto. Pero el Stanbrook, el último barco que zarpó desde el puerto de Alicante, hacía poco que surcaba las aguas camino de Orán. El puerto, atenazado por las naves franquistas, no permitió salir a nadie más. Ellos corrían a toda velocidad, pero a medio camino se les cruzó un coche en cuyo interior creyeron ver falangistas. Alicante ya estaba ocupada. Una pava (avión de bombardeo) los seguía por momentos, pero no les atacó.
En Jijona (a medio camino entre Alcoy y Alicante), todo era normal, pero a la entrada de Alicante, Juliá observa el castillo de Santa Bárbara. “En la cima del castillo ondea la bandera nacional, Alicante ya está tomada”. Da la vuelta y pone dirección a Alcoy. A su paso, levanta el brazo al estilo fascista para evitar ser detenidos. Los cruzan coches con banderas nacionales.
Volvieron a Alcoy y cada uno buscó un refugio donde esconderse, la oscura noche de casi cuarenta años, no había hecho más que empezar.
Luisa vivió nueve años como topo en casa de unos amigos que la protegieron. Durante ese tiempo habitó en la Avenida del Puerto de Valencia, sin ni siquiera pisar el portal de la casa. Un largo y penoso exilio interior que truncó su futuro como idealista, como luchadora social. No pudo reunirse con su prometido, pues éste quedó del lado de Barcelona cuando los nacionales cortaron el frente por Vinaroz. Con el tiempo le llegaron noticias de que Antonio, su novio, se había casado con otra mujer y que vivía en Francia. Otro hombre que también se interesó por ella hubo de desistir pues nadie sabía dónde estaba, ni nadie daba respuesta de su paradero.
Cuando la conocimos, aquellos terribles años de represión y exilio habían terminado. Trabajó unos años y después recibió una mínima pensión.
Salomé Moltó