Todo el viaje, de vuelta a casa, lo hicimos en silencio. Mi madre a penas me miraba y si yo no comprendía muy bien por qué, ella me hacía notar que estaba en total desacuerdo con mi conducta.
Había llegado a la convicción de que mi madre era de una severidad fuera de toda duda.
.- ¿Por qué has tenido que rehusar la propuesta del señor Hernández?. ¡Una oferta tan sustanciosa!, ¡es incomprensible!.
.- A mí no me lo parece tanto- repuso mi madre.
.-¿¡Cómo no!? Te ofrece que tu hija forme parte de su sociedad por un aporte mísero y además me da un puesto de secretaria con un sueldo nada despreciable y parte en los beneficios. Pero ¿te das cuanta?.
.- Sí, me doy cuenta, me doy cuenta de veras por qué, tu no sabe lo que hay detrás de … Esa, supuesta ganga que nos ofrece.
Miré a mi madre sorprendida y empecé a observarla detenidamente. El rictus nervioso que se dibujó en sus labios era el mismo que se mostró cuando el Sr. Hernández le hizo la propuesta. ¿Qué podía haber detrás de aquella mirada perdida?. Tenía la impresión que mi madre iba navegando por sitios lejanos, por galaxias perdidas en su recuerdo Y no obstante, no era ni tonta ni mal educada. Estaba segura de que sabía captar las buenas ocasiones. Seguro que había algo en su pasado que me ocultaba y que había influenciado en su rechazo a la oferta que se le hacía.
Tiempo después supe que me ofrecía un trabajo bien remunerado, claro, pero luego vendrían las “cosas desagradables que había que cumplir” El Sr. Hernández era el dueño de la empresa, bueno el amo y señor de todo. Y el rechazo de mi madre era sencillamente que no quería que su hija pasara por las mismas “miserias” que ella se había visto obligada a sufrir.
Kosas y algo mas 