Esos cultos paletos


Decía el viajero inglés observando a un grupo de campesinos manchegos comiendo migas: “Que inteligentes son estos paletos”. La sartén con las migas quedaba en el centro de la mesa, los comensales se sentaban a su alrededor y saboreaban la comida de la sartén común. Cada cual parcelaba visualmente lo que le correspondía sin desviar la cuchara ni hacia un lado ni hacia el otro, ni producir el menor gesto de repulsión de su colateral, que a su vez, ponía gran cuidado en rebanar la última porción de lo que le pertenecía.

Un tanto ocurre con la paella, algo que todos conocemos y que tenemos por natural; cada cual corta en recto hacía dentro de la paellera, a nadie se le ocurre empezar por el centro o dar picotazos sobre el arroz de cualquier manera. Esta es una herencia cultural, junto a muchas más, de una vida en común, que por desgracia vamos perdiendo. Los hombres han aprendido a vivir juntos, a trabajar juntos y a divertirse juntos. Esta vida en general les ha hecho evolucionar, el esfuerzo de todos siempre ha sido más ventajoso que la postura individual sin negar que, el ingenio de alguno que otro, puesto en marcha por el esfuerzo de los demás, ha mejorado a todos.

Siempre ha existido el campesino esforzado, perfectamente armonizado con la naturaleza y respetuoso con ella, que ha desarrollado al máximo sus recursos personales y de ingenio. Conocer la diversidad de los animales, sus cantos, sus costumbres, los misterios de la climatología, lo que se puede plantar, lo que puede rendir cierto tipo de tierra, es el testimonio cultural de los hombres que viven apegados a la tierra, la aman y la respetan. Las grandes cuadrillas de segadores en verano, vendimiadores en otoño, cosecheros de aceitunas en invierno desarrollaban toda su inteligencia en pro de un máximo rendimiento y de un reparto equitativo del trabajo y del salario. Ni la vida ni la tierra tenían secretos para el hombre del campo, son miles de años aprendiendo a vivir en comunidad.

Imagino un hermoso valle en donde sus habitantes viven con sus rudimentarias herramientas cultivando la tierra y practicando la ayuda mutua para paliar las carencias. A la llegada del especulador, los habitantes del valle son desahuciados unos, expulsados otros y absorbidos los más a salarios míseros. El valle es plantado de un solo cultivo. Masivamente explotado pronto el hermoso valle agota sus recursos, cuando la multinacional evacua el terreno, los campesinos que vuelven necesitarán mucho tiempo para generar la tierra, y para que esta vuelva a nutrir a los numerosos habitantes como antaño,. Ahora, el individualismo, así como la familia nuclear que se ha desarrollado con el industrialismo, la división del trabajo, la tecnología, y la especulación, son los caracteres más notorios de la era postmoderna que disfrutan unos y que sufren los que más. Sin caer en el tópico de que todo tiempo pasado fue mejor, creo que la criatura humana se sentía, entonces, más abrigada, más comprendida y, por tanto, más solidaria. ¿Será cierto que la carencia une y la abundancia desune y deshumaniza?. ¿Nos puede llevar hacia un mundo mejor lo que se viene llamando “el crecimiento sostenido? ¿Sabemos exactamente qué es y cómo llevarlo a cabo?. ¿Hay disposición política para hacerlo?

Salomé Moltó

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