Es bien sabido que los tiempos han cambiado, y en muchos aspectos para mal. El “inferno” selvático en el cual vivimos donde impera el canibalismo de aprovecharse del semejante en cualquier oportunidad, puede lucir casi como un arrebato un apoderamiento ilegítimo de una cosa ajena total o parcialmente ajena. Nunca quise escribir o imitar a Roberto Arlt, pero irrespetuosamente invoco una suerte de aguafuerte. El lenguaje es la morada del ser, aseveraba Heidegger. Pasado al vulgo “sale de la boca lo que tenemos dentro”. El gran filósofo de la “nada más que el ser” escribió cientos de páginas sobre la nada, pero eso es otra cosa. Para los creyentes, reza la Biblia “Del corazón habla la boca” dos mil años antes que Heidegger.
“Y bueno… “nada” es el lenguaje no solo actual de los jóvenes, sino que los adultos adoptan como siempre las malas costumbres vengan de donde vengan y repican en análogo sentido. Si se quiere ser “Espinozianano” en sentido unívoco. Y la nada o vacío cerebral llegó como corresponde a la informática y al uso de celulares y ordenadores. Ergo, como remate de silogismo categórico, ante una pregunta o una invocación del diabólico engendro “celular” suele ocurrir un vacío de mala educación. La nada aparece con fuerza y nos anonada (Ser y tiempo). El receptor no responde. Imperan los grillos y no hay definición, o la respuesta llega con el atraso del ferrocarril Sarmiento, cuando uno está harto. ¿Hay algo más deplorable que la indiferencia o algo más estúpido que hacerse el tonto ante la invocación? Existen otras variantes más exasperantes de ninguneo, otras parentelas de la nada disfrazada. Pueden reducirse a la respuesta mediante un monosílabo o conjunción. Un monosílabo adversativo o una “figurita redonda” más torpe que Pluto. Pasemos ahora al ninguneo culposo, hecho evasivo y vulgar. Ante la interrogación o el mensaje emitido, llega la devolución del receptor con un “nos estamos hablando o viendo” (pésimo uso del verbo en modo continuo), “estoy muy ocupado” (Como si el otro no lo estuviera) y un clásico de los años cincuenta “remixado” “hablamos en otro momento” (sin especificar en qué momento) , vaya uno a saber…
Es de bien nacido y educado expresar una imposibilidad entendible, va de suyo, pero con el agregado gentil de fijar el momento en el cual se podrá dialogar sin defraudar. Una simple coma, un signo ortográfico. “No puedo hablar ahora, ¿me podés llamar a las cinco?” o… “hablamos el año que viene” grosero pero honesto.
En fin, reír es muy saludable.
Hugo De Simone.