Algo más que verde


Con más énfasis que antes del estallido de la actual pandemia, aparecen artículos periodísticos, relacionando la actual crisis, con lo del calentamiento global y en general todo lo relacionado con los tan graves problemas ambientales. Algunos de aquellos, sugieren un fin apocalíptico para la sociedad humana, de continuar así en la misma inacción o muy débil e ineficiente, por parte de los gobiernos. Las propuestas de muchas de las ONGś están alineadas en torno a un cambio en las fuentes de energía, optando por aquellas que sustituyendo a la quema de fósiles, reduzcan la marca de los gases, como el de origen carbónico. En lugar de esos polutivos métodos, proponen varios tipos de energía limpia, pero también el uso de aparatos de menor incidencia ambiental. Entre ellos, el rubro más destacado es el de los medios de transporte. Automóviles eléctricos, para uso personal, como también en el transporte publico. Se trata además de estimular el uso de la bicicleta, también las eléctricamente motorizadas.

Y no obstante, todas dichas propuestas me parecen positivas, pues ante todo inducen a la necesidad de cambios radicales en la manera de producir energía, pero también creo que tiene una gran falla, al no contemplar uno de los flagelos más graves en la conducta socio-económica de la sociedad humana… el consumismo. Ya una vez opino el gran pensador indio Mahatma Gandhi… “La Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la avaricia de cada hombre”. Dicho de otra manera… si las personas consumieran lo que realmente necesitan para vivir, habría más que suficiente para todos.

Ante todo, el caso más agudo para la humanidad, la producción de alimentos. Todos sabemos de las dificultades del planeta de alimentar efectivamente a sus millares de habitantes, en constante crecimiento. Sabemos también de la constante escasez en insumos, como en agua potable, por ejemplo, pero a su vez debemos saber que hay un profundo abismo entre los grandes consumidores, frente a los miles de millones de hambrientos y sedientos de la tierra. Mientras el 20% de la parte más desarrollada se apropia del 80% de los insumos, por ejemplo, y consume hasta 400 litros diarios de agua potable, los pobres apenas si disponen de 2 litros diarios. En este último calculo, se toman en cuenta todos los usos que se hacen de ese liquido elemento, lo cual significa que en los países desarrollados la industria y la actividad agropecuaria derrochan cantidades enormes de agua. Uno de dichos usos, es la cría de animales para el consumo de sus carnes. Se estima que para producir un kilogramo de carne vacuna, son necesarios unos 9.000 litros de agua. A partir de esto, no sería difícil calcular la monstruosa magnitud de tal derroche. También se sabe, que los animales “contribuyen” al calentamiento global, por que emiten durante su vida el gas metano, que tiene una enorme incidencia en ese proceso destructivo.

No estoy llamando a un cambio radical inmediato en la dieta humana, en especial en los habitantes de países desarrollados, pero creo necesario ir disminuyendo el consumo de proteínas de origen animal, reemplazándolas por las de origen vegetal. Pero más aún, pretendo que los habitantes de los países ricos, descubran que se puede vivir más modestamente, sin incurrir en el constante consumo, sin límites casi. También extiendo un llamamiento a los productores, de ofrecer al público productos que puedan servir por un más extenso periodo de vida. Rememoro el caso de las lamparas incandescentes, que a conciencia y mutuo acuerdo entre los distintos fabricantes, su vida de uso se fue reduciendo y todo con el fin de motivar un mayor consumo, y de ahí, aumentar sus ganancias.

Es claro, que de esa manera, se reducirían las ganancias de capital de las empresas, y quizá también, el número de empleados que aquellas ocupen. Pero pienso, que a largo plazo, y después de un periodo de adaptación y cambios inherentes, las empresas que lo afronten con nuevos métodos, podrán superar las diferencias. Los individuos, a su vez, verían que con sus ingresos podrían lograr un régimen de vida mucho más estable.

Pero mi propuesta requiere de instaurar un modelo empresarial diferente al actual, en el cual rigen las normas del capitalismo, buscando maximizar ganancias, reduciendo a su vez los gastos, en particular, los costos de empleamiento. Los trabajadores y empleados solo gozan de ingresos cada vez más disminuidos, aumentando a su vez las deudas que contraen, para mantener niveles de vida no reales.

Mi propuesta es, convocar a trabajadores y empleados a participar de las empresas, tanto en sus ganancias (o perdidas), como en la administración de las mismas. El modelo ya existe en algunos lugares del mundo, y muchas veces reciben la denominación de Cooperativas. Otras son las empresas de autogestion, que en algunos casos, fueron el resultado de la conquista obrera, cuando ocuparon fabricas que estaban en proceso de vaciamiento por parte de sus dueños, al verse envueltos en crisis financieras. En esos casos, a los dueños no les importó para nada la situación de sus trabajadores, que prácticamente quedaban en la calle sin nada.

Claro que todo esto requiere de una acción política, desde los gobiernos, como desde los partidos políticos, pero es imprescindible lograr un consenso a lo largo y a lo ancho de toda la sociedad en cada país. Puede que sea imprescindible la acción publica general, manifestándose en protestas, o todo otro tipo de acción popular.

Josef Carel

Un comentario sobre “Algo más que verde

  1. Muy interesante tu ensayo. Interpreto que propones una revolución en las bases que sostienen toda la organización y desarrollo de nuestro paso por este mundo. Sin duda, un concepto distinto y renovador, que incita a tenerlo en cuenta.
    Shalom javer

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