Conchita era una mujer que al estallar la guerra en 1936, tenía un hijo de cuatro años y otro que nacería en octubre
Era peluquera de señoras de profesión, su marido lo era de caballeros. Ese 18 de julio iba a truncar todos sus proyectos e ilusiones. El marido conoció al recién nacido y vivió con él unos meses. Al principio de 1937 marchó como enfermero al frente. Posiblemente, una pequeña infección en el pulmón lo eximió de coger las armas. Una bomba caída en el hospital de campaña donde él estaba acabó con su vida. Lo último que recibió su familia fue una postal de aquel sitio. Nada más se supo de él.
Conchita quedó viuda muy joven, con dos niños pequeños, se puso a trabajar con todo el coraje del mundo. Su madre cuidaba de los niños y ella afrontaba exhaustivas jornadas de trabajo. Criar a sus hijos era su única meta, superar la miseria una obsesión .
La guerra había terminado, ella que no entendía de causas y razones políticas sufría en silencio su agotamiento, sus esfuerzos por intensos que fueran no daban bastante para mantener a sus dos hijos y a su madre. Por fin se decidió a visitar al médico. Este le dijo:
.- “Una incipiente tuberculosis. Unos meses de reposo y una buena alimentación y todo se superará.”
Cuando salió de la consulta miró a su madre.
.- Voy a ver hasta donde llego, pero indudablemente que no voy a poder criar a mis hijos. Así que tendrá usted que acabar la tarea.
Conchita siguió el mismo ritmo de vida, ahora con unas medicinas.
Los niños protestaron porque la mamá les sacó de su cuarto. El mayor sospechaba que su madre ya no le quería, pues lo había mandado a dormir con la abuela.
.-¿Por qué ya no me besas mama?
Conchita siguió siendo tan dulce y cariñosa como siempre con sus hijos, pero nunca permitió que se acercaran a ella. Al mayor le pudo explicar que mientras estuviera malita que no lo acariciaría, pero que después sí. Al pequeño no le dijo nada porque supuso que no lo entendería.
Cuando las crisis se hacían más agudas, la familia la ingresaba en el hospital, luego pasaba largos periodos de tiempo en la masía de un tío suyo, cuya codicia no era la actitud más positiva para que un tuberculoso pudiera mejorar.
Las hermanas y los cuñados echaron una mano. El mayor con ocho añitos empezó a trabajar en la masía del tío, mientras la madre sentada bajo los pinos y a bastante distancia le contaba cuentos al pequeño, el cual tenía determinantemente prohibido acercarse a la madre. Esta había inventado lanzarse besos al aire. “Mira son como mariposas invisibles, te cojo una al vuelo, toma esta grande que te mando”.
No creo que se haya hecho un estudio sobre cuantas muertes causó la hambruna de la represión Se ha comentado que murieron cerca de cincuenta mil tuberculosos en los primeros años de postguerra, entre ellos Conchita.
La abuela se despertó inquieta, oía unos ruidos en la habitación de su hija. Arrastrando su pesado y grueso cuerpo abrió la puerta.
.- ¿Qué haces Conchita, son las cinco de la madrugada? ¿por qué te vistes a estas horas?
.- No me estoy vistiendo, madre, me estoy amortajando. Usted está muy pesada y no podrá hacerlo.
Conchita murió ese día. Solo se dejó por poner una de las dos zapatillas.
Salomé Moltó
Triste relato. Muy bien plasmado.
Abrazotes mil, amigaza
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Sabes Beto? Esa Conchita fue mi suegra, yo no la llegué a conocer, nací años después, murió con 32 años, su marido, enfermero, murió en Guernika victima de la Aviación Condor, la aviación de Hitler, haciendo pruebas y prepararse para la segunda guerra mundial que lleno el mundo de tanto horror.
Gracias por tu lectura, un abrazo
Salomé
El 9/4/22 a las 13:43, Kosas y algo mas escribió: > WordPress.com >
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