Cuando el tambor suena


Doña Aurora, al entrar en su casa, oyó un ruido extraño, como un tambor que sonaba y luego se paraba, después volvía a sonar y entre esos ruidos las risas de sus hijos, qué está pasando, se preguntó. Allí en el salón los tres niños se reían a borbotones, la vecina, una señora que apenas conocía, vestida de arlequín, tocaba el tambor y divertía a los niños de forma increíble.

. -No se asuste doña Aurora, su asistenta me ha dejado pasar pues tenía que atender una llamada urgente y yo me he ocupado de los niños mientras usted llegaba, soy Dolores, su vecina.

Se sintió aliviada y ya con más calma se quitó el abrigo y empezó una charla con su vecina que desconocía totalmente.

.- Yo también estoy divorciada, hace ya mucho tiempo, y tengo tres hijos, tuve dos niñas y un niño, ahora la mayor ya ha terminado la carrera de ingeniería y la pequeña empieza enfermería, el mediano, el niño, dentro de un año sera médico.

.- Y hace mucho que está usted divorciada?

.- Más de veinte años A poco de nacer mi hija pequeña. Sí, la que empieza enfermería.

.- ¿Y los ha criado, usted sola, tantos años?

.- No, me ayudo su padre y mi suegro.

.- Yo me quiero llevar a mis hijos fuera de aquí y que no vean nunca más a su padre.

.- ¿Y va usted a privar a sus hijos del amor de su padre?

.- Pero si es un sin vergüenza. ¿Sabe que ha hecho? Se ha largado con su “secretaria”, y ahora quiere ver a los niños.

.- ¡Qué causalidad! El mío hizo lo mismo y lo más chocante es que después del divorcio vendió la casa que se había quedado y “la buena moza” se quedó el dinero y se largó. Su padre lo ayudo lo mismo que a mí, aunque yo ya no lo acepté, de tal forma que cada uno vive independientemente su vida.

.- Y ¿permitió que viera a sus hijos?

.- Sí, por supuesto, mis hijos son también los suyos y a pesar de nuestra ruptura, los hijos deben conocer a sus padres en todos sus aspectos y circunstancias. Nuestros hijos son nuestros herederos, pero de los bienes, de lo positivo, nunca debemos prolongar en ellos nuestros odios y frustraciones.

Doña Aurora estuvo meditando largo tiempo y finalmente pensó que su vecina había tomado una resolución inteligente y por supuesto menos traumática.

Salomé Moltó

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