Divagando en el jardín


Esta mañana cuando regaba los geranios, lo he vuelto a sentir.

Era la misma sensación; una especie de inquietud por si no llegabas

a tiempo a la hora del té. Lo sabía, por eso tu llamada no me ha

sorprendido, no puedes venir; cuando me lo has dicho, he

comprendido tus motivos; es verdad, estamos obligados a marcar un

orden de prioridad, es primordial ¡Pero qué lástima, tenía un montón

de cosas que contarte!

He visto un escarabajo cruzar el jardín, el moscón aparece por

momentos, pero se vuelve a ir. He tomado el té sola, pensando en ti.

Miraba cómo los niños jugaban al balón, pronto concluye el recreo

y vuelven a las aulas; es una suerte vivir cerca de este colegio, una

ráfaga de esperanza y alegría emana de ese lugar cuando los niños,

como enjambres de mariposas, salen al patio.

Pero no quería hablarte de lo que veo, más bien de lo que siento.

Hay momentos que la soledad te invade, te sientes mal y miras a tu

alrededor. La naturaleza ayuda a superar momentos difíciles,

momentos de abandono, por eso no dejo de mirar mi jardín. Creo

que tengo suerte, hay muchas personas que no tiene, como yo, el

privilegio de tener un jardín. En mi pequeño salón suena el

magnífico violín del virtuoso Itzhak Perlman, eso también ayuda a

vivir, pienso mientras me deleito con su música.

Las rosas están hermosas, voy a cortar un ramillete y se las

llevaré a Berta que continua en el hospital. 

El sol gana la cumbre, se precipita detrás, pronto el ambiente cambia, los niños han vuelto a sus aulas, el barrendero se apresura en sus últimos toques, un ligero

fresquito me acaricia el rostro. ¡Huy, es tarde! 

Ha pasado el tiempo sin darme cuenta, pero sin saber por qué, aquí me encuentro bien, hay una comunión entre la paz externa que me circunda y la interna que me anida. Un jilguero osado se ha aposentado en una rama de la acacia, me mira con descaro y pía. Creo que me ha dado un beso, se lo devuelvo.

-Eres el único, que hoy, se ha acordado de mi – le digo en el

momento que levanta el vuelo. ¡Buenas noche mi amor! Me voy a la cama, ¡fíjate, contenta a pesar de todo!

Mañana a primera hora regaré nuevamente las plantas, a pesar

de que no hace demasiado calor; pero si llueve les daré un repaso,

siempre hay algunas hojas secas o feas que arrancar, así las nuevas salen más vigorosas. 

No sé por qué me retraso en irme a la cama,

estoy cogida por el ambiente, por esa brisa ligera que me acaricia.

Mañana miraré nuevamente el buzón, quizás me escribas o me

vuelvas a llamar. Mientras, y a diario, voy navegando y divagando

por el jardín.

Salomé Moltó

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